Hermano M: La Evidencia
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Hermanos y hermanas humanos, en el corazón y en la carne, vengo a expresarme con vosotros. Si necesitáis nombrarme, llamadme Hermano M. Mi identidad pasada no necesita ser desvelada, sabed simplemente que mi última vida fue en el siglo XIX en la India, y que viví según la Advaita Vedanta, el Absoluto, el Último, el Parabrahman.
Hoy mi conciencia se presta al juego de los Melchisédech. Como Melchisédech de la Tierra y portador del Fuego de la Tierra, vengo, por la Presencia y vuestra Presencia aquí y en cualquier parte, a hablaros del Último.
No volveré sobre lo que dijo Bidi durante su fase de enseñanza y de testimonio. Vengo sobre todo para resituar el Último en estos precisos tiempos de la Tierra que actualmente vivís.
Como tal vez lo sabéis, o lo vivís, todo lo que puede ser dicho del Absoluto sólo es un pálido reflejo de lo que realmente es para una conciencia apagándose, no en la inconsciencia sino en la a-consciencia.
El Último pone fin al tiempo, al sufrimiento, a las ilusiones. La única cosa que sea verídica, en cualquier conciencia, es el principio y la vivencia de la no dualidad en esta carne donde todavía estáis, como en cualquier parte.
El Último no es el fin de una historia, o de vuestra historia, sino que es realmente y concretamente el sobrepasar cualquier noción de historia y de dimensión. Determinados conceptos, determinadas palabras y determinadas vibraciones os permitieron quizás, durante estos años o desde hace más tiempo, encontraros tal vez confrontados o haberos acercado al umbral de vuestra desaparición de la Ilusión. Fue llamado de diferentes maneras. Si me permitís, me quedaré con « el Corazón del Corazón », que parece ser accesible a cualquier persona, a cualquier hermano, sea cual sea su origen y sea cual sea lo que quede de creencias o de experiencias.
El Último pone fin en vosotros a los conceptos, a las percepciones, a los sentimientos, al alma. El Último es aquello en lo que se apoya la Luz, todo ello lo sabéis. En la vivencia del Último no permanece nada, todo lo que era anterior es quemado en el Fuego del Amor y el fuego de vuestra carne.
El Último no conoce ni el tiempo, ni el espacio, ni las dimensiones, a la vez que reconoce sus existencias pero también su futilidad. El Último no es un fin en sí, ni una realización, ni el objetivo de una búsqueda. Es la aparición, o más bien la reaparición de la Verdad desnuda. Cualquier creación sólo puede existir y manifestarse si se apoya de manera indeleble y permanente en lo que está al origen de la Luz. Al principio era el Verbo, Jesús dijo: « Soy el Alfa y la Omega ».
Cuando la conciencia parece expandirse hasta la puerta, aparente y no real ella también, del Último, vais a encontraros ante el llamado « gran umbral », donde se van a proyectar el conjunto de vuestras creencias, vuestros remanentes llamados « kármicos », vuestro auto-juicio, no de una vida sino del conjunto de las vidas pasadas en este mundo.
En este gran umbral que nombráis el Corazón del Corazón, y que se traduce por la Infinita Presencia o la Última Presencia, se ve la Verdad. No es vista ni con los ojos, ni con unas formas, ni por ningunas percepciones sean cuales sean. El Último se vuelve entonces y es, la Evidencia, hasta diría la única evidencia, poniendo fin a la dualidad, poniendo fin a la duda que se expresa a través de la manifestación de la conciencia en vuestro plano.
Al Último no le importan nada los marcos de referencia, los yogas. Sólo el Último es la verdadera Vida, que está al principio y al fin, sin poder no obstante diferenciar el principio del fin. Soy el Alfa y la Omega, soy la Omega y el Alfa: el Ouroboros.
En el Último no puede existir otra cosa que la Evidencia - evidencia de la Gracia, evidencia del Amor - vivida desde el interior, sin movimientos de la conciencia y sin experiencias. Pasáis entonces de la manifestación a la Esencia, y en la Esencia no puede haber otra cosa que esta evidencia: todo es Uno. Todo viene de ahí y todo vuelve ahí, con unos aparentes movimientos que parecen realizarse en dimensiones y en tiempos que parecen permitir unas experiencias hasta al infinito, de manera libre o de manera limitada como en esta tierra que hemos pisado.
En el Último, hay una embriaguez del Amor que pone fin a todos los mitos y a toda separación, que pone fin a toda pregunta, y que se vuelve entonces la fuente donde mana la Vida, lo que es nombrado, creo, en la terminología empleada por los Ancianos que os hablaron, el 13º cuerpo o la Fuente de Cristal, nombrada también Vajra. Este punto de conciencia localizado por encima de vuestra cabeza es la representación, a falta de mejor palabra, del Último, apoyándose en el Corazón del Corazón para fecundar en cierto modo el conjunto de las capas de vuestra conciencia.
El Último no os quita nada, sino que no os identifica al sufrimiento, no os identifica al hecho de querer hacer el bien, de progresar, de evolucionar. En el Último no puede haber ninguna evolución, ninguna transformación - todo es perfecto. No hay ni sombra ni Luz, no hay ni forma ni no-forma, sólo está esto. Y este « sólo está esto » borra y trasciende todo el resto. Ningún concepto, ninguna forma, ningún mundo puede sustraerse a ello, puede negarlo, aunque la Gracia del Amor puede llevaros a preferir la experiencia, no como una elección exclusiva sino que más inclusiva.
El Último no conoce ni masculino ni femenino, sagrado o profano. En el Último no sois nada en la superficie de este mundo, y sois plenamente todo en el seno de la conciencia. El Último no necesita ni conceptos ni palabras. Puede expresarse en poesías, puede expresarse en vibraciones, pero en cuanto es expresado, ya no es el Último, es la manifestación del Último.
El Último es todas las manifestaciones y al mismo tiempo ninguna de las manifestaciones. Todas las formas y todas las no-formas. Todas las dimensiones y todas las esferas de experiencia, donde sin embargo nada puede ser separado, ni dividido, ni quitado.
El Último es una forma de éxtasis que sobrepasa de lejos las manifestaciones extáticas o las manifestaciones místicas de la naturaleza que sea. En el Último, como dije, hay Evidencia, y esta Evidencia no sufre ni comparación, ni discusiones, ni tergiversaciones. No puede haber
menor Vacilación, sea cual sea vuestra vida en esta tierra. No estáis más identificados a vuestro cuerpo, ni a vuestros pensamientos, ni a las emociones, ni a ninguna dimensión, ni a ningún linaje estelar, ni siquiera a ningún origen estelar.
El Último no conoce siquiera el significado de la distancia o de la separación. Al último no le atañe el nacimiento y la muerte de este cuerpo, tampoco el nacimiento de este mundo y la muerte de este mundo. Es a la vez Evidencia, lo digo y lo repito, y al mismo tiempo plenitud y vacuidad.
Es también un momento, en el corazón del Corazón, donde la conciencia ya no necesita ser localizada en nada. La conciencia, en ese momento, no depende de ningún tiempo ni de ningún espacio, ni de ninguna vida. Esta Evidencia que se revela no puede ser discutida dentro de sí, ni sopesada, ni amplificada. Está o no está el Último, y no puede haber nunca la menor duda entre lo que es y lo que no es, porque el uno como el otro sólo son unos juegos de la conciencia.
El Último se acomoda con todos los bailes, con todas las felicidades como con todas las desgracias, no sólo con indiferencia sino que sobre todo con transmutación. No hay ningún esfuerzo posible en el Último.
Las circunstancias particulares de la Tierra, la Liberación de la Tierra tal como se vivió hace cinco años, conduce inexorablemente al Último, de diferentes maneras, y esto lo sabéis, a través de la asignación vibral, el vuelco o no del alma, su disolución o no.
El Último es a la vez Presencia total y Ausencia total. No podéis ser definidos ni por la Presencia ni por la Ausencia. No podéis ser definidos por nada, porque no existe ninguna definición, y ninguna palabra y ningún verbo es lo bastante fuerte para traducirlo.
Incluso el Amor y la Luz aparecen como unas emanaciones del Último. No puede existir pues ninguna búsqueda de Luz, ni ninguna búsqueda en el seno del Último. Está a la vez la Presencia y la Ausencia, está a la vez la disolución, la desaparición, y el Amor. Nada se mueve, y sin embargo todo es visto en movimiento.
Nada puede pararse y sin embargo todo está fijo; todo está lleno y todo está vacío, ya no tiene sentido. Nada de hecho, en el seno del Último puede tener sentido y tener significado.
Vivir el Último ya no permite la más minima historia, a la vez que permite toda experiencia y toda creación. Pero el Último no crea nada, impulsa.
En el Último hay Amor, pero este Amor no puede ser definido como « condicionado » o « incondicionado ». Nada puede ser visto, al mismo tiempo que todo es visto, sin problema alguno. En el Último, la claridad de la conciencia antes de desaparecer es tal que sabéis en ese momento que nunca os habéis ido y que no necesitáis llegar, que nunca nada se ha movido realmente, que el Amor siempre ha estado ahí. La certeza que vuestro cuerpo sólo pasa os quita definitivamente el miedo del devenir de este cuerpo. Mañana no existe, ayer tampoco, incluso el instante presente no quiere decir gran cosa. Presencia y Ausencia se conjugan, el cielo y la Tierra se conjugan también.
El Último es pues todas las respuestas, incluso sin preguntas, pero estas respuestas no están destinadas a alimentar alguna historia o algún conocimiento. El Último es el único conocimiento que no necesita ningún calificativo, ninguna definición.
En el Último todo está incluido y todo está excluido, de lo que podéis conocer o experimentar. Bidi comparó a menudo el Absoluto con el sueño, explicando el paso entre los dos con lo que había nombrado Turiya. No podéis aprehender el Último, no es posible. No podéis controlarlo, porque no puede controlar nada.
En el Último está la Evidencia y la certeza inquebrantable que es la única verdad y que todo el resto, el bien, el mal, la vida en este mundo, no es la verdadera Vida. Pero ni la verdadera Vida, ni la vida en este mundo son reales. El conjunto de las manifestaciones, en la conciencia que sea y en el plano que sea, sólo son unos juegos, vividos en total libertad.
El Absoluto se reconoce tanto en un grano de arena como en una super-gigante roja, y sabe sin embargo que todo esto no es nada. Esta Evidencia no puede aparecer y desaparecer, porque siempre está ahí. Digáis lo que digáis, hagáis lo que hagáis, ocurra lo que os ocurra, el Último proporciona la Paz definitiva de la conciencia, diga lo que diga el cuerpo, o lo que puedan expresar la mente o las emociones.
Mientras consideráis - y esto también fue explicado por Bidi - que el Último es un meta que hay que conseguir o que hay que conquistar, no podéis vivirlo, sólo podéis jugar en buscarlo pero nunca lo encontraréis.
En el Último no queda ningún juego de la conciencia, la mejor palabra ha sido dada por Bidi, es la a-consciencia.
Ser el Último es también dejar de adherir a la creencia que sea, a la palabra que sea o a la experiencia que sea.
En el Último no puede haber ninguna duda, y tampoco os dejáis engañar por nada, pero no rechazáis nada mientras conserváis este cuerpo.
En el Último, por supuesto, no pueden existir la menor autoridad, la menor jerarquía, el menor ángel o el menor Arcángel, y sin embargo están todos ahí. Diría que el Último es la total trascendencia de cualquier forma y la manifestación del amor. El Amor está por todas partes, es la Vida, y esta Vida no viene de la muerte sino de lo que no está vivo, porque es todas las vidas.
En el Último no podéis adherir a ninguna experiencia. La conciencia, en cierto modo, no puede engancharse a ninguna vertiente, ni a ninguna manifestación, sólo puede apagarse con el fin de disfrutar de todas las conciencias, y ser cada una de las conciencias. En el Último no hay ningún particularismo, de la misma manera que no puede existir el menor límite, la menor barrera y la menor conciencia.
Desde el punto de vista del ego, lo sabéis, se llama la nada, y para el ego espiritual, podría llamarse la Luz Negra. Pero el Último no es una luz y todavía menos un color, mientras que es todos los colores. Desde el punto de vista de lo que es limitado - la vida en este mundo, como el alma-, podría aparentarse a la nada, lo que por ejemplo vuestros astrofísicos llaman los agujeros negros. Pero la palabra más importante es la Evidencia, esta Evidencia que no puede apoyarse en ningún concepto, en ninguna idea, en ninguna experiencia.
La no-dualidad no es solamente salir de la dualidad para volver a la Unidad, ya que el Último contiene tanto la dualidad como la no-dualidad. En el Último nada puede ser medido, nada puede ser referenciado.
En el Último está el Silencio pero están también todos los ruidos, los universos en gestación, los universos aparentes, los universos en desaparición, sin que esto cambie en nada al Último.
Así que en vuestras vidas, en estos tiempos de la Tierra, en la carne, el Último se traduce por esta vacuidad y por esta plenitud, por esta Evidencia, por una especie de aparente indiferencia donde en definitiva nada es indiferente pero nada puede imprimirse, etiquetarse. El Último podría ser de alguna manera la base y el soporte de la conciencia pero es también, en el seno de la a-consciencia, todas las conciencias - sin, no obstante, como lo dije, el menor particularismo.
Muchas Estrellas, muchos Ancianos os comunicaron antes que yo, su experiencia vivida, sobre todo me parece las hermanas Estrellas. Cada una de ellas os expresó su historia y la manera de como sucedió el fin de la historia, el fin de la persona, que esto pase por la muerte o que pase por el éxtasis del samadhi.
El Último implica una pérdida total de continuidad de la vida, poniendo fin a la discontinuidad de la aparición y de la desaparición de la conciencia, inscrita entre el nacimiento y la muerte desde este plano, entre el nacimiento del alma y la muerte del alma desde los planos espirituales.
El Espíritu del Sol, o la matriz Crística si preferís, es un tapizado donde parece construirse el Absoluto, que de hecho sólo aparece porque siempre ha estado ahí y nunca puede desaparecer, e implica vuestra propia desaparición.
Ver el Corazón del Corazón y el conjunto de los posibles, os libera definitivamente, no sólo del miedo a la muerte sino del miedo al sufrimiento, el miedo a la pérdida de cualquier miedo. El Último no puede permitir, cuando es vivido, que resurja el miedo.
En el Último no hay ningún error, porque ya todo se ha cumplido, todo es perfecto. No hay ni bien ni mal, sólo está el juego de la conciencia.
En este mundo encarnado, el Último no es un fin. El fin es la Libertad y la Liberación, es decir restablecer la comunicación y la comunión con lo que os fue quitado por la apariencia de las creencias y la apariencia de las fuerzas gravitacionales.
El concepto último, si puedo decirlo así, es verdaderamente esta palabra Evidencia, porque la Evidencia del Amor, de la Luz, del Último, de la conciencia, pone fin de manera abrupta a las resistencias, a los juegos de la conciencia, aquí y en cualquier parte. Pero en ningún caso podéis considerarlo una finalidad, si no siempre se escabullirá de vosotros. No hay ninguna otra manera - y fue expresado durante estas Crónicas - que de vivir el Absoluto consagrando y viviendo al mismo tiempo la consagración, nombrado creo en Occidente y en la tradición católica o cristiana, el último sacramento.
El Último no puede hacer ninguna diferencia entre lo vivo y lo muerto. Os colma de Gracia, os doy a vivir el don de la Gracia, el estado de Gracia, aquí mismo en esta carne. Pero incluso esto es visto por lo que es: un juego de la conciencia. Muchas referencias os fueron dadas y se darán durante estas Crónicas de los Melchisédech, con respecto a determinadas palabras - algunas fueron dadas y explicadas. No he encontrado una palabra mejor que « Evidencia » para el Absoluto. Ni las palabras Amor y Luz se adecuan, tampoco la palabra Cristo. Como os dije, el Último está más allá de cualquier concepto, de cualquier forma y de cualquier no-forma, como de cualquier tiempo y de cualquier espacio.
Es este Último que será vivido por cada uno, sea cual sea el devenir de los juegos de la conciencia, en el momento en que el Fuego del Espíritu se revele en totalidad, como fue ampliamente anunciado por Orionis en el momento de su encarnación, si preferís el que fue llamado Bença Deunov, en sus últimas profecías.
El Último es a la vez beatitud y al mismo tiempo trascendencia - donde no hay nada que trascender. Es la trascendencia evidente donde todas las transmutaciones, al igual que los juegos de la conciencia, no representan nada más que unos movimientos de expansión, el ritmo de la vida, de expansión y de contracción.
Viviendo el Último, nunca más las cosas pueden ser como antes. De hecho no hay ni antes ni después, sólo está lo que podría ser calificado como la conciencia del instante o incluso Hic y Nunc, Aquí y Ahora. Pero este aquí y ahora no es solamente el aquí y ahora de vuestro emplazamiento de conciencia, sino que es el aquí y ahora de todo mundo y de toda dimensión, donde ninguna forma es necesaria, ni siquiera la del cuerpo de Êtreté. No se requiere ningún vehículo porque os volvéis entonces el vehículo de toda conciencia, permaneciendo no obstante sin vehículo.
La Evidencia del Último no tiene ningún corolario o similitud con la evidencia tal y como os aparece en vuestros lenguajes y en vuestras discusiones. Porque esta Evidencia no se limita a los conceptos, a las ideas, a las leyes de este mundo, ni tampoco a las leyes de ningún mundo, ni siquiera la ley del Uno. Esta Evidencia es verdaderamente lo que podríais llamar, desde vuestro punto de vista, una reconexión final.
En el Último, ya nada es necesario, lo que explica que algunas hermanas Estrellas hayan podido permanecer durante años en el mismo estado. Habían venido tan ligeras que la apariencia en este mundo encarnado era la densidad más extrema. La animación de la vida - de su vida - había desaparecido; sólo quedaba la Vida, más allá de esta forma.
El Último no se ocupa de escribir o de estructurar sus pensamientos. Ellas emergen espontáneamente, independientemente del conocimiento adquirido. Porque el Último está más allá de toda definición como de toda energía, como de toda vibración.
El Último y la Evidencia del Último son la vida en manifestación también para vosotros, siempre que tengáis este cuerpo, donde todo podría ser llamado señal, sincronicidad y magia.
En el Último el corazón puede pararse, el aliento puede pararse, el cuerpo puede disolverse, esto no cambia nada. No hay ninguna pérdida ni ninguna ganancia. No hay siquiera una idea de ganancia o de pérdida porque ninguna idea puede presentarse. Y sin embargo, es ahí donde la Evidencia se vuelve más flagrante, es la única Verdad. Ni el mundo, ni las Estrellas, ni el cielo, ni los Arcángeles, ni María, ni Jesús, ni nosotros mismos los Ancianos, podemos disponer o actuar de ninguna manera sobre esto.
La historia que os fue contada, que habéis vivido y que todavía vivís, sólo sirvió, en cierto modo, de pretexto a prepararos a dejar de prepararos con nada, disponibles para el instante Del que vendrá como un ladrón en la noche.
No hay ningún dios, no hay ningún diablo, no hay ningún Arconte, no hay ninguna Fuente. Sólo están los juegos de la conciencia que se reconocen en este juego, o en todo juego, porque cada juego es el suyo en la Unidad, y que todo juego se acaba un día, sea cual sea este juego. Todo sucede en el mismo tiempo, porque el tiempo es una construcción arcóntica que no existe.
El mismísimo baile de los cielos, sea cual sea su majestad, sean cuales sean sus constelaciones y la historia de sus constelaciones, no tiene ningún peso sobre la Evidencia.
El Último deja cualquier juego libre, y no interviene ni en un sentido ni en otro. Deja para ello a que las conciencias jueguen sus papeles y sus funciones. El Último no tiene ninguna polaridad, reconoce toda vida y todas las vidas, pero es mucho más que todas estas vidas.
Así que si hoy, sin haber vivido el Último sino que os habéis aproximado lo suficientemente, que sea por las vibraciones, que sea por los contactos en la naturaleza, que sea por vuestras lecturas o directamente por vuestra conciencia expandida, no hay ninguna diferencia. Los marcadores de la Última Presencia y de vuestra vuelta del Último, son todas estas palabras y estos conceptos que os han sido explicados por los Ancianos en estas Crónicas. Que sea la Benevolencia, que sea la Espontaneidad, que sean otros conceptos, hemos tratado de guiaros hasta el lugar, si puedo decirlo así, donde no hay ni guías, ni Presencias, ni siquiera vosotros mismos.
Las circunstancias del mundo se cumplen desde hace unos años de vuestro tiempo terrestre para permitiros no ser estorbados por lo que no es evidente, desde hace ya unos años, y de manera más directa en lo que ahora está pasando. Os recuerdo que al Último no le atañe esto, pero las circunstancias de este mundo y su historial de encerramiento encuentran en el Último y en la Evidencia una resolución radical.
En el Último no hay pues ni beneficio ni pérdida, no hay nada que ganar porque nada puede ganarse, todo está ya adquirido. Pero lo que está adquirido no tiene el sentido de algo que está poseído, sino más bien en el sentido de lo que está visto, porque lo que está visto, está adquirido en la Última Presencia.
Unos instantes de Silencio antes de seguir, con el fin de dejar este Silencio instalar la Evidencia.
…Silencio …
El Silencio es la antecámara, ahí también, de la Evidencia. La Espontaneidad, cuando está vivida, sólo puede tener como fuente el Corazón del Corazón, en la Última Presencia.
…Silencio …
La Paz verdadera no puede derivarse de ninguna circunstancia de este mundo, salvo la vibración del corazón. La Paz se conjuga con la Evidencia, con la Alegría y con el Amor, más allá incluso de su expresión sin embargo muy real en este tiempo de exteriorización del femenino y del masculino sagrado.
…Silencio …
Queridos hermanos humanos, en el corazón y en la carne, os saludo ahora porque mis palabras van a espaciarse, con el fin de dejar sitio a la Evidencia.
Os saludo en vuestra eternidad como en vuestro efímero, sin ninguna diferencia.
…Silencio …
Soy Hermano M, soy un otro tú, soy el ser, soy el no-ser, y llevo hasta tu corazón la Evidencia del Amor y la Evidencia del Último.
…Silencio …
Acabaría por esta frase: « Desde el Último, eres a la vez el observador, el observado y lo que no puede ser observado. ».
Doy gracias por tu escucha, y te doy la gracia por tu lectura.
…Silencio …
El Fuego de la Tierra, como el Fuego del cielo y como el Fuego de tu corazón, es la emanación de tu Verbo, dándote a ver, más allá de toda mirada, el Último - que eres y que no eres-, sin diferencia alguna.
…Silencio …
Y ahí, no hay ni adiós, ni hola, porque todo está ahí.
Dígnate en recoger el don de mi Presencia como el don de mi Ausencia.
Hermano encarnado en la carne y en el corazón, amad y haced lo que os gusta.
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