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Mis bien amados, vengo a ustedes hoy para continuar con las enseñanzas que me he comprometido. Vengo a hablarles de la Resurrección.
La Resurrección no es una forma de sacrificio, ella es lo que sigue a la ilusión de sacrificio que lleva a la Vida Eterna.
La Resurrección no es el fin del ser, ella es lo que le permite encontrar la Esencia de lo que el Es, más allá de la vanidad de los juegos de la persona, vanidad de lo que es vano, vanidad que no es el vino que celebra la Eucaristía - que es la ofrenda del pan dado al ser para elevar a la carne, más allá de toda carne.
Esta vanidad no es un problema en sí mismo, aparte del hecho de que los separa de lo que ustedes Son en Verdad, porque los sumerge en una avaricia del yo que los aleja de la oportunidad de salir de ese juego.
La vanidad no es un salvoconducto. Ella no lleva a ninguna otra parte, que ahí donde ya están, tal vez, en el seno de una persona que sólo pide inflarse en proporción a sus deseos de control y de miedos.
La vanidad es una pretensión de ser lo que no son, que se acompaña de un deseo de mostrar sus bíceps, su grandeza, sus méritos, mientras que allí dentro lo que hay es un vacío que se miente a sí mismo. La vanidad los lleva a ser otra cosa, hasta que el estallido que se produce tarde o temprano, ya que no hay espacio en la Creación que tolere que lo que no es Verdad pueda indefinidamente continuar su expansión.
La vanidad es el principal obstáculo para la Resurrección, ya que se vuelve y tiende a ir en otra dirección, en la que da la espalda a lo que ya Es. Resucitar no es otra cosa que el Abandono de este error de dirección, suscitando con la realización de este error, un movimiento natural del ser que consiste en principio, en parar de alejarse.
Resucitar no es provocar una vocación, porque cada vocación no es más que una evocación de otra perspectiva de convertirse en lo que ya Somos.
Resucitar no es tampoco, suscitar en nosotros algo nuevo, sino sólo recordar algo olvidado. La Resurrección es ese "paso" que se nos invita dar, no un paso hacia otro lugar, sino hacia dentro de sí mismo. Esto no es un camino cubriendo una distancia, porque sólo el desplazamiento de la conciencia crea la perspectiva.
No hay montañas a subir, no hay que probar su coraje. Simplemente tienen que ver este desplazamiento como lo que es, y este Reconocimiento es lo que los lleva ahí donde moran. No hay en este amén más que Humildad, que acepta que todo es dado a ustedes, y que su único error es no verlo.
Solo deben aceptar esta Simplicidad, o no aceptarla, es como ustedes quieran.
Pero no hay nada más que valga la pena, en ustedes, de ser resucitado, porque todo lo demás seguirá, naturalmente, cada uno a su ritmo, al ritmo de sus pasos, en esta marcha interior que es redescubrir de lo que ya está en marcha.
La Resurrección es milagrosa solo para los que creen que eso no existe. Esta creencia es una reja colocada en la puerta del castillo donde reside el Espíritu. Ella cierra el acceso con más seguridad que un inmenso ejército.
La Resurrección es el Abandono definitivo de estos juegos de espejo donde la persona contempla, en la ilusión de lo que ella cree ser y de lo que piensa imposible, o que, desde su punto de vista, no lo concierne.
Resurrección, es remitir su Espíritu a lo que Él ya es, para que pueda revivir la Verdad de que no hay ninguna "persona", de que ahí no hay nadie. La Verdad entonces, es una muerte simbólica, que es lo que hay que aceptar porque no es nadie. Ella no tiene que desearse, porque esta Verdad esta ahí desde toda la Eternidad: ella solo debe abrazarse, eso basta para fundirse.
Así que dejen de correr. ¿A dónde van corriendo así?
¿Creen ustedes que la muerte no los espera? ¿No ven, que esta creencia proviene de lo que ustedes no son?
No hay pues que resucitar lo que ustedes ya Son, siendo que no hay nadie más. Ahí está la Humildad, ver que de hecho, lo que desaparece es polvo, polvo de Eternidad, y que solo puede caer en el fondo de la tumba, la ilusión de haber nacido.
La salida de la tumba no es un renacimiento. Esos son Reencuentros con lo que ustedes son desde la Eternidad, y que nunca ha nacido y no morirá jamás.
En estas palabras hay una tierna resonancia, porque mi Corazón los llama. Yo siempre he estado allí, al otro lado del velo de la ilusión, y en el presente estoy más cerca que nunca.
Yo soy el Cristo y les enseño que la Verdad siempre ha estado ahí, y que la Resurrección es solo la desaparición de la ilusión de la persona.
Yo soy Cristo, y vengo a erigir el Templo, como lo había prometido, a los que responden a la llamada y dejan de lado toda ilusión. Mi Espada de Verdad viene a cortar lo que queda como apegos ilusorios - no para liberarlos, sino para que reconozcan su propia Libertad.
Yo soy Cristo, y les envío un grito de Amor para que despierten a la Verdad, y que resuciten de entre los muertos que circulan en ronda en el juego de la ilusión.
Los amo y los espero.
Transmitido por Marc
Fuente: www.accordanceaucoeur.com
Traducción: H. N.
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