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Queridas
almas de la Tierra, yo soy el que fue conocido con el nombre de Rumi, el poeta
y místico sufí. Por mi presencia y por todos los escritos que dejé, muchos son
los que han encontrado la simplicidad, la humildad y la Esencia Divina en su
corazón.
Formo parte de la Asamblea de los Melquisedec, y tal como el Comandante les
dijo, hoy vengo entre ustedes para despertar el Fuego Sagrado del Corazón, para
encender la lámpara del Espíritu.
Los
acogemos todo el Cónclave de los Ancianos y permítanme ser hoy el portavoz y el
director de estos instantes que compartimos juntos…
Del
Fuego Eterno todos provienen. El Fuego Eterno es vuestro estado original, es un
estado dinámico, lleno de Fuerza y Vida. El Fuego Sagrado es una danza, es un
movimiento y al mismo tiempo es la estabilidad y el centro inmutable.
El
Fuego diluye, calienta, ablanda y vuelve flexible lo que era rígido. Este es el
método del Fuego, deshacer para construir lo que es Eterno. El Fuego Sagrado
del Corazón les pide la integridad, la pureza, la confianza absoluta del niño
en la Providencia Divina y no en los cálculos del intelecto.
Vuestro
niño interior anhela abandonarse a la Madre Divina y al Padre Celestial. Su
único anhelo es volverse Uno con toda la Vida. Abrazar cada átomo de la
creación. Así se descubre tal como es, quitándose las ropas viejas de la
percepción separada. Cuando está desnudo, no hay cosa que pueda alejarlo o
separarlo de la Esencia; la Esencia preciosa y especial de cada uno de ustedes
y el Amor-Esencia que ha dado vida a toda la Luz, a todos los Colores y a toda
la Creación.
Hoy
les invito a elevar vuestra danza del Fuego Sagrado. Para poder bailar
necesitan un buen calzado, unos zapatos con alas y una buena suela. Vuestros
pies se convierten en raíces, raíces de Luz, transmisores del Corazón de la
Tierra.
Empiezan a moverse, produciendo una ondulación estable, agradable, como una
espiral que los va envolviendo. La espiral que parece ser de aire, fuego, luz y
vida, los va a llevar en una danza inmóvil y al mismo tiempo dinámica.
Sin
moverse ni un milímetro comienzan a acariciar el Sol y las Estrellas. La
espiral sigue elevándose, cuando llega a vuestro pecho, ella y el Corazón
forman un festival de Luz y Fuego. El altar de vuestro pecho se consagra
únicamente para la Gloria Divina.
Ofreciendo
el sacrificio de todo egoísmo y vanidad, de toda creencia, de toda fiera
interior; y el Fuego del pecho, agradecido de ser alimentado, estalla con
fuerza, provocando una dilatación sin límites.
Abrazando la Vida, abrazando el silencio lleno de melodías; despareciendo en el no-ser que está lleno del Amor Divino; perdiendo todo lo que conoce para encontrar a Quien realmente conoce y a todos los que realmente le conocen.
La
espiral sigue elevándose. Sube por encima de la cabeza y en este momento una
llamarada intensa une la cabeza y el corazón, estableciendo un vínculo sólido
que aporta una Paz inesperada. Alrededor de la espiral llamas y más llamas,
doradas como el Sol, estallan dando forma a miles de pájaros de fuego que salen
volando en todas direcciones. Se han convertido en la gran hoguera, la hoguera
del Fuego Sagrado del Amor.
Las
últimas células dormidas despiertan preguntándose cómo habían podido pasar
tanto tiempo sin conocer el Júbilo del Baile Divino. Ellas corren a juntarse al
resto de sus hermanas.
Ahora
pueden decir que la gran hoguera del Fuego Sagrado del Amor no son solo grandes
palabras, sino que es la Libertad, el Éxtasis y la Dicha que sin comprender,
que sin buscar han encendido en vuestro altar.
El Corazón del Corazón se consagra al Único, al que es siempre misericordioso,
al que no desfallece. Es él, vuestro Amado, que os viene a llenar de Gracia y
Bondad.
Hoy sois bautizados. La Tierra es bautizada, y el Fuego es el medio por el cual
ustedes son llevados de nuevo a las Residencias Divinas. La Tierra ya es una de
ellas, la madre que les da el fundamento; quien se separe de ella, perderá en
estos tiempos el entendimiento.
Nos
unimos a ustedes, en la gran Hoguera que han creado. Hacemos comunión en el
Fuego Sagrado del Amor, en el Fuego que da la Luz y el Amor, en esta
fraternidad y hermandad donde nace el niño que regresa hacia su creador.
Yo
soy Rumi, acompañándolos hoy de manera especial, en nombre de la Asamblea de
los Melquisedec. Los dejo con la hoguera, que ella les aporte la Danza de la
Vida. Que ella los haga girar y girar desde el centro más estable.
Los
bendigo con mi presencia de Aire y Fuego.
Traducido
por Amparo Iribas
Revisado
por Silah Pere Sicart
imagen tomada de pixabay
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