Queridos amigos y amigas, los saluda quien fue en su última
encarnación el Padre Pío. Algunos me conocerán por esta u otras encarnaciones,
algunos serán capaces de reconocer el sello de mi alma. Hoy vengo como uno más,
como un compañero y amigo más entre ustedes a darles testimonio. Testimonio de
mi experiencia acogiendo el Cristo, transfigurándome en la Luz del Cristo. Y
les podré explicar algunos elementos en relación a la Resurrección que viven
hoy en día, muy facilitada, como una Gracia de los últimos tiempos, en
comparación con mi experiencia como sacerdote.
Así, tomemos unos instantes, primero, para acoger el Cristo...
Acojamos su Fuego…
Acojamos su Aliento…
Poco a poco nos acostumbramos a la voracidad de las Llamas de la
Verdad, del Amor Infinito que nace de la unión, de la amistad íntima con el
Cristo. Acojámoslo mientras viene a elevarnos y tomarnos de pies a cabeza.
Entregándose totalmente, como nosotros nos entregamos totalmente al Fuego que
enciende nuestro Corazón y eleva nuestra Tierra hacia el Cielo.
Como acabamos de vivir, el signo más esencial de la fusión con el
Cristo es el Aliento, la Vida que lleva al centro de vuestro pecho, la
dilatación y la expansión de lo que les ha sido descrito como la Corona
Radiante del Corazón, con el punto entre los omóplatos, el punto en cada hombro
y en el centro de vuestro pecho.
Su Aliento viene a convertirse en vuestro Aliento, ya que el
Cristo es vuestra Chispa Eterna, vuestra Esencia que viene de nuevo a celebrar
sin más límite ni distancia, el Júbilo que ustedes son de toda Eternidad.
Durante mi última encarnación como Padre Pío tuve el encargo de
sostener una lucha, tal como se me encomendó por ciertas Fuerzas Mikhaélicas.
Este fue un enfrentamiento interior que durante toda mi vida viví, de manera
desasosegada, sufriendo los dolores y las dudas naturales cuando el alma está
encarnada en la Tierra.
Tal como dijo el Ángel, fui victorioso en un inicio y victorioso
al final. Victorioso por la fuerza del Amor, por mi vínculo con el Cristo, que
para mí era lo más importante y estaba preparado para sacrificar totalmente mi
persona, mi alma por el bien más grande del Cielo y de los hombres. Esta fuerza
se me dio gracias a la ferviente voluntad de cumplir los designios del Padre
Celestial y de sus Ángeles que me acompañaban.
Durante decenas de años mi cuerpo manifestó lo que se conoce como
los estigmas o las señales de la crucifixión del Cristo, siendo para mí una
auténtica vergüenza al ser mi Alma de gran humildad. No obstante la voluntad
del Padre fue hacer manifiestas estas señales para que otros hermanos y
hermanas pudieran ganar en fe, ganar en fuerza y Espíritu.
Es así como con todo vuestro Corazón, con toda vuestra mente, con
el alma y con el Espíritu ustedes aman al Padre. Ábranse a la esencia del Hijo
que son ustedes mismos, la esencia del Corazón de Fuego, la esencia de la Vida
Eterna manifestada en el Cristo, en el Sol.
Para recibirlo, para ser su amigo, háganse muy pequeños en cuanto
a la persona, a sus reivindicaciones, a las exigencias; si están descontentos,
¡alégrense! Vean con los ojos del Amor Divino, con la inocencia del niño, todos
los juegos a los que se han adherido e identificado, de forma que los trasciendan
en totalidad, naciendo de nuevo como Cristo Niño y siendo coronados como Cristo
Rey.
Así, siendo muy pequeños, la amistad del Cristo se presenta de
manera natural, de manera espontánea y sin que ustedes se den cuenta, volverán
a ser la misma Luz y la misma Carne. En la humildad del alma que se ve reducida
a Pura Luz, acogiendo al Cristo Niño, al Cristo Rey.
Acojámoslo en la Gracia de estos Tiempos de Revelación…
Qué gran Júbilo es para nosotros ver como despiertan, como se
encienden las Coronas, como lucen los Vestidos Blancos de tantos y tantos hijos
de la Tierra reencontrándose con su Origen Celestial, con su Libertad, los
Hijos del Uno. Tal como se lo han explicado mis amigos Melquisedecs, el
comandante Omraam, la Madre Divina y los Arcángeles, estos son tiempos únicos,
especiales, de una gran belleza y contraste, donde la Luz de la Nueva Vida
contrasta con la antigua vida que se deshace, se disuelve y se reconoce como el
espejismo que es.
Por lo tanto, las penurias que tuve que pasar mientras sostenía la
Luz del Cristo en el enfrentamiento con las fuerzas de la oscuridad, que
siempre intentaban alejarme del corazón, ya son historia.
Hoy con toda la facilidad, con toda la Gracia y la transparencia
que les da la Luz del Padre que invade la Tierra, la Ola del Fuego Celestial,
pueden vivir la acogida del Cristo, la transfiguración en la alegría, en la
claridad del presente; y con las mismas condiciones en las cuales se encuentran
viviendo vuestra vida personal, sin necesidad de hacer nada extraordinario.
Esta Gracia es para todos, todos los que levanten la cabeza a la Luz del Cristo.
Los dejo en la amistad Eterna, en la Luz de la Resurrección. Yo
soy el que conocen como Padre Pío, y ahora mismo soy Uno con el Cristo, Uno con
ustedes, reunidos en una sola Conciencia.
Los bendigo con toda la pasión de vulnerabilidad y la apertura que
les permitirá, si ya no es así, reunirse con vuestra Chispa Crística y sellar
vuestra amistad por toda la Eternidad.
Transmitido por Silah Pere Sicart
https://www.cordelfocblanc.net/pare-pio
Traducido por Amparo Iribas
Revisado
por Silah Pere Sicart