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Bien, Bidi estará con vosotros por mucho tiempo.
Ante todo, instalemos entre nosotros la Paz, la comunión…
…Silencio…
Todas nuestras conversaciones, todos nuestros
intercambios durante estos días, tratarán sobre todo de expresar la Verdad. Lo
que haremos juntos durante estas horas y estos momentos, es pasar de todo lo
pasajero. Solo nos interesaremos por la Verdad, por lo que es verdadero; en
resumen, por todo lo que está relacionado y en resonancia con lo que es. No
habrá lugar en nuestros intercambios, para ninguna historia, para ningún
escenario, ni para ningún sueño.
Las palabras que empleemos, estarán desprovistas, en
lo posible, de todo conocimiento, de todo sistema tradicional para mantener
solo lo que es verdadero y por tanto, inmutable. Trataremos de situarnos en la
medida de lo posible, en la conciencia, su fuente, su origen su despliegue y
todo lo que está por encima de la conciencia, el Parabrahman, pero evitaremos
aquellas palabras connotadas que nos reenvían a una tradición, a una historia,
aunque sea la más extraordinaria de la tierra. Nos dirigiremos a la conciencia
desnuda, desprovista de atributos, de forma, de historia, de tiempo y de
espacio. Penetraremos juntos en el “santo de los santos”, allí donde las
palabras son superfluas, donde solo representan conceptos y donde en
definitiva, cualquier palabra es solo una parodia de todo lo que pueda aludir o referirse a lo conocido.
Por tanto, iremos juntos, en nuestros intercambios,
hacia delante y por encima de toda manifestación, de toda expresión de
conciencia, allí donde todo es calma, donde todo es perfecto, allí donde
ninguna forma, donde ninguna historia pueda desviaros de esta última Verdad,
esta inmutabilidad, allí donde la conciencia se une a su propia fuente. Lo que
cada uno de nosotros somos, es anterior a toda conciencia, a toda forma, a todo
escenario, donde nada puede ser supuesto, proyectado, imaginado o soñado. No os
aferréis a las palabras sino id a su fuente, más allá de la representación, más
allá de los conceptos y más allá de todo sentimiento, para que nos situemos en
la vacuidad necesaria para aceptar y desvelar lo que somos que es muy anterior
al universo, a las dimensiones y a la Fuente misma. El “santo de los santos” se
sitúa por encima de lo denominado por vosotros y por los intervinientes, el “Corazón
del Corazón”. No veáis en ello ni una ubicación específica en el espacio o un
despliegue puntual según el tiempo lineal.
Así que, trataremos de situarnos más allá de todo
concepto, de todo sentimiento, de toda forma e incluso, a través de las
palabras, más allá de cualquier palabra. Por consiguiente, tanto vosotros como
yo, nos dejaremos llevar por lo inmutable, por lo que nunca cambia ni cambiará,
por lo que nunca se mueve y nunca experimenta el paso del tiempo.
El punto de partida de estas jornadas y de cada uno
de vosotros aquí, será nuestra comunión; no os adhiráis a las palabras ni a las
inflexiones ni entonaciones de mi voz, sino a la espontaneidad y a la
simplicidad. Os dije hace unos años, que cualquier conocimiento es solo
ignorancia, que todo conocimiento incluso de lo invisible no os ofrece otra
salida que no esté dentro de la historia.
Vamos juntos a dirigirnos, sin movernos, al “santo
de los santos”, allí donde no hay escena de teatro, ni espectador, ni teatro,
ni formas, ni mundo, ni estrellas, ni Sol; y, para eso, deseo comenzar nuestros
intercambios, que son más que preguntas, tratando de responder primero a esta
cuestión: ¿de dónde viene, de dónde nace la Luz? No hablo de la luz visible ni
incluso la que pueda grabarse en la visión interior sino la que llamaría, a
falta de otro término mejor, la “Luz”, no primordial, sino la Luz esencial.
La luz, en este mundo, puede ser definida por una
serie de cualidades tanto en relación con el aspecto visible como con los
mecanismos conocidos en la física, denominados “teoría corpuscular y
ondulatoria de la luz”. La Luz de la que hablo y de la que vamos a tratar, no
se ve, no tiene forma, no tiene principio ni fin. Entonces, os planteo la cuestión,
si no tiene principio ni fin, si no tiene color, que ya es una manifestación,
la Luz es anterior a toda manifestación, anterior a toda forma. La Luz
verdadera, cuando se revela en este cuerpo, en vuestra vida, no es la luz que
pueda verse, que pueda percibirse, que pueda ser identificada o localizada como
un punto de emisión llamada la fuente, y un punto de recepción. Hablamos, por
tanto, de la “Luz esencial” o, si preferís en vuestra lengua, lo que fue
denominado “Luz primordial”.
Entonces la pregunta esencial que os concierne, os
pedía hace muchos años, que os remontarais, en vuestra memoria, a una edad
anterior a los cuatro años, momento en que estando en este mundo, no estabais
fijados por un nombre, por una forma o por una función. Entonces, volvamos al
origen de la Luz y, ¿quién puede decir de dónde viene la Luz?
Mientras se conciba la Luz como algo que procede de
algo distinto de lo que sois, no podéis vivir la Verdad, no podéis vivir lo
Verdadero. Porque esa Luz, percibida, vivida o concebida como exterior, no es
más que una proyección. Debéis ir al origen de la Luz, de su percepción. En el
mundo físico, la luz se propaga en el aire; en la Verdad, la Luz se propaga en
todos los sentidos, no en una dirección, y no en el aire, sino en el Éter. El
Éter es anterior, porque la base misma de la manifestación de lo que llamáis
los cuatro Elementos, la encontraréis bajo otras formas denominadas los tres
humores o las tres “gunas”. Pero como he dicho, evitaré las palabras de mi
cultura porque los términos que empleemos no deben estar teñidos, desde ahora,
de ninguna historia o cultura. Es pues, una mirada nueva que no depende de
ninguna visión sino simplemente del emplazamiento en el que estáis.
Esta Luz es invisible a los ojos de carne. Aunque
esté transmitida por una forma, es anterior a cualquier forma. Hay un cambio de
punto de vista que no es del mental sino de la misma conciencia. En el juego
libre de la conciencia, la cuestión de la Luz no se plantea porque como os
hemos dicho, la conciencia es vibración, la conciencia es Luz, pero no
confundáis la luz física con la Luz invisible de la verdad, de la Luz
auténtica. No obstante, existe un marcador indeleble de la presencia de la Luz
o, en todo caso, de su revelación, porque ella está siempre presente. Este
testigo o marcador ha sido llamado la “Alegría sin objeto”, la “Paz sin
sujeto”, donde incluso, la distinción entre las diferentes cualidades de la
conciencia, como os las expresé -consciente, supra-consciente, Turiya y el
estado de sueño-… la Luz auténtica permite la expresión de cualquier forma y de
toda vida. Es superponible en muchos aspectos, al Amor y al Corazón.
Pero, repito, sabéis muy bien que existen muchos
amores, adaptados a la forma, a la manifestación de la conciencia. Pero incluso
este amor, no es el verdadero Amor. Este Amor es anterior a los otros amores,
es el soporte, el vehículo, la manifestación, pero al entrar en la
manifestación dentro de una forma, dentro de una vida, pierde en este mundo, de
algún modo, su inocencia, lo que habéis llamado “el amor incondicionado”. Se
puede hacer un paralelismo con lo habéis podido escuchar o vivir: “Cristo”, el “Paráclito”
o cualquier otra denominación; distintas denominaciones que solo os reenvían a
lo que se percibe, a lo que se ve en algún sentido, pero que solo puede ser
vivido.
Esa vivencia, es profundamente diferente a cualquier
experiencia o vivencia, porque vivir eso es indeleble y, de algún modo, deja
una huella al rojo vivo en la conciencia, en sus diversos componentes de este
mundo y fuera de este mundo. Y así, eso puede denominarse también “Última
Presencia”, “Infinita Presencia”, “Morada de la Paz Suprema”, felicidad de la
conciencia desnuda. Os pido ahora, más allá de estas referencias que os acabo
de dar, que olvidéis todo eso. Vamos a entrar, de alguna manera, en los
mecanismos íntimos, invisibles y sin embargo más tangibles que la materia de
este mundo.
Entonces, vuelvo a mi primera pregunta, una vez establecidas
estas premisas: ¿de dónde viene la Luz? ¿Quién quiere intentar responder a
ello? No se necesitan discursos. Os recuerdo que cada noche, mientras dormís,
el mundo desaparece, aunque no tengáis ningún sueño, aunque al despertar, no
sepáis ya quiénes sois. Os encontráis entonces en el estado del “no nacido” y,
efectivamente, lo que somos en verdad, nunca ha nacido ni nacerá jamás ni
morirá, porque este Amor y esta Luz, son anteriores a todo nacimiento,
anteriores a toda expresión de la conciencia. Ahí reside la Paz, ahí reside la
Alegría, y para los que hayáis vivido eso, allí está lo que he llamado la
Libertad, el Jnani (en mi propio sistema) y que habéis llamado “el Liberado
viviente”, teniendo en cuenta que el momento en que estamos en manifestación,
estamos muertos. Entonces, Cristo os diría: “estáis en este mundo, pero no sois
de este mundo”; un gran santo os diría que es la felicidad eterna, el éxtasis
permanente, pero estos son todavía calificativos. Así que, antes de estudiar
todo eso, volvamos a la primera pregunta: ¿de dónde viene la Luz?, ¿Quién puede
responder?, ¿quién quiere tratar de responder?
Respuesta:
Del Corazón del Corazón.
El corazón, ¿tiene una forma? La respuesta es «no»,
por supuesto. Esta expresión “Corazón del Corazón”, en el aspecto pedagógico,
ha sido esencial para que no os fijéis en la experiencia o en la comprensión,
en lo que llamáis una pena del corazón o también, tener el corazón amoroso,
porque no se trata de eso, diría incluso que está en las antípodas -porque el
amor condicionado es siempre una proyección y, en todos los sentidos del
término, tanto de tipo psicológico como energético como de la misma conciencia.
¿Quién está en Corazón del Corazón? No os pido que digáis: “yo”, “yo”, “yo,
no”, sino, ¿qué contiene el Corazón del Corazón, por encima de la Luz?
Respuesta: El vacío.
Es casi eso.
Respuesta: Nuestra llama de Amor.
No es exactamente eso
Respuesta: La nada
Está mejor, pero no es la nada
Respuesta: La vacuidad
Está todavía mejor
Respuesta: La Eternidad.
Todavía mejor
Respuesta: El Silencio
Mucho
mejor. El Absoluto. La Luz tiene su fuente en el Absoluto; Absoluto que es
anterior a la Fuente. Sin Absoluto, no hay Fuente. Sin embargo, desde el punto
de vista del ego, es la nada; desde el punto de vista del orgullo espiritual,
es la sombra, lo negro.
Lo
que quiero que entendáis, por la vivencia y no por los conceptos, es que desde
que hay manifestación, hay una caracterización en un tiempo, en un espacio,
aunque no sea la nuestra en la tierra; hay una orientación y la tentación de
definir la Luz como opuesta o contraria a la ausencia de luz. En el Absoluto,
en la Eternidad, en el Silencio, no hay nada y todavía menos la “nada”; solo el
punto de vista del ego hace ver eso. El último Absoluto, entre comillas
Parabrahman, es la fuente de “Yo soy”, la fuente del “Sí” y la fuente de toda
manifestación. Además, los científicos saben perfectamente que un átomo está
esencialmente constituido de vacío, que existe la apariencia de una distancia
entre el núcleo y los electrones.
El
espacio y el tiempo, en cualquier espacio y en cualquier tiempo, no solo aquí
en la tierra, son solo proyecciones, y cuando digo que “son solo proyecciones”,
lo son en todos los sentidos del término; no veáis ningún juicio o acusación,
sino más bien la realidad y la verdad de esta palabra. Lo que se proyecta está
siempre proyectado desde un punto, desde un sitio, desde un lugar y aunque la
proyección sea multifocal, sin dirección privilegiada o particular, el centro,
el Corazón del Corazón, el centro de la rueda que permite el movimiento, está
siempre inmóvil. Las proyecciones de la conciencia, de la Luz, son infinitas e
indefinidas. No toman una
forma finita y definida dentro de un marco de referencia dado; eso se ha denominado:
“dimensiones de la vida”
Lo que quiero hacer resonar en cada uno de nosotros
es eso: nosotros somos anteriores a la Luz, somos anteriores a la proyección.
Somos efectivamente el “no nacido” que nunca nacerá. Somos lo que nunca pasa y,
por tanto, la mejor traducción dentro de este mundo, es ciertamente, el
“Corazón del Corazón”, el Amor incondicionado, el Silencio y la humildad. Se os
ha explicado, que en el momento en que aceptáis el hecho de no ser nada de
vuestro personaje, de vuestra historia, de este mundo, os volvéis realmente lo
que sois, el Todo y más todavía. Porque antes del Todo, podréis decir que no
hay nada. Pero nada del ego, la nada o la sombra del sí espiritual, del orgullo
espiritual, os lleva a plantearos la pregunta de lo que es anterior a eso. Pero
ese anterior, como sabéis, no puede ser buscado. Es como si un pez que vive en
el agua, buscara el agua. Es exactamente lo mismo. La condición de este cuerpo,
de este saco de alimentos o de este templo, si preferís llamarlo así, no cambia
nada.
Cuando os decía que debíais remontar al origen de la
aparición del sentimiento de ser un individuo, antes de los cuatro años, hoy es
lo mismo con el origen de la Luz, porque la Luz no tiene origen ni fin. ¿Veis
cómo las palabras son limitadas? Porque la palabra “origen” os reenvía a una
localización, la expresión “punto de partida” os reenvía también a un punto
situado en el espacio y en el tiempo. El mejor ejemplo es el pez que busca el
agua, cuando vive en el agua. Y nosotros, los humanos, es como si buscáramos el
aire, y tratáramos de comprender el aire que respiramos. La cualidad intrínseca
de la Luz, la primera cualidad intrínseca de la luz y la primera cualidad intrínseca
del Amor, es estar presentes dentro de toda proyección, aquí en la tierra como
en todas partes, en cualquier dimensión, en cualquier esfera planetaria de
vida.
Cuando estamos encarnados, somos ignorantes. Esta
ignorancia nos cae encima a los cuatro años y es ahí cuando empezamos a
construir los vínculos, las historias, los escenarios. Todo eso se produce en
todo ser humano y es lo mismo, tanto para el santo, como para el pecador. Llegar
a la fuente de la conciencia que, como os recuerdo, es la a-conciencia, no
puede ser un objetivo. Es como si un pez dijera que su objetivo es el agua -él
está dentro. De la misma forma, no podemos buscar el Amor incondicionado porque
es lo que somos. En ese sentido, todo conocimiento es solo ignorancia. Podéis
definir las características del aire, del agua para el pez, pero ninguna de
esas características, dilucidará el misterio porque ninguna palabra, ningún
concepto, ninguna demostración, incluso física o científica, es la Verdad.
De la misma forma que hace muchos años, algunos de
vosotros practicasteis la refutación, que no debe ser confundida con el hecho
de la negación o el hecho de renegar… Refutar no es ignorar, refutar no es
desviarse, refutar, en el lenguaje que empleáis hoy, es atravesar, es ser
trasparente, es aceptar. La aceptación es exactamente lo opuesto a la
proyección, tanto en este mundo como en cualquier dimensión. La Aceptación es
la que os hace trasparentes y en ningún caso la proyección de vuestros
conceptos, de vuestras energías o de vuestras vibraciones. La aceptación solo
puede hacerse en silencio y no podéis saber lo que va a llegar, solo podéis
posicionaros en la recepción, es decir, no cerrar nada, permanecer en la
humildad, en la ignorancia y, por tanto, dejar de proyectar. No hablo
solamente, repito, de la proyección en el sentido psicológico, sino en los
mecanismos de la manifestación de la conciencia.
Ir a la fuente del Amor, a la fuente de la Luz, es
descubrir la Aceptación, es vivir la Aceptación, es vivir la humildad. Es, de
algún modo, no decir ni sí ni no, sino ser neutral en esta aceptación, porque
la Aceptación como el Silencio, os sitúa en el Corazón del Corazón, en el
“santo de los santos”, allí donde todo es Evidencia. Tan pronto como haya
proyección, incluso explicación o comprensión, solo hay ignorancia. Aceptar es volver
a uno mismo, no al ego, no al Sí, sino detener la proyección en su sentido más
amplio. Aceptar os sitúa en las mejores condiciones para ser verdaderos.
Esto no es cuestión, por supuesto, de aceptar
golpes, sufrimientos, golpes bajos. Hablo aquí de los mecanismos íntimos de la
conciencia última que os conduce seguramente al descubrimiento de lo que es
anterior a la conciencia, es decir, vosotros mismos. La Aceptación, a través de
los conceptos de humildad, simplicidad, de la Infancia, de la “pequeña Vía”
incluso, son palabras que se han empleado para permitir, de algún modo, la
vuelta al “santo de los santos”, al Corazón del Corazón y preparar la
manifestación de la Verdad que siempre ha estado ahí. El juego de la conciencia
en este mundo solo os aleja de la Verdad. De proyección en proyección, de forma
en forma, de vida en vida, se apaga el recuerdo y la vivencia de la Verdad. Se
os ha dicho ampliamente que solo vosotros podéis atravesar esa pseudo-definitiva
puerta y os incumbe a vosotros comprobar que sois anteriores a cualquier
historia, a cualquier fuente y a toda manifestación.
Descubrir eso, dejar que se revele es la garantía de
la Paz eterna. La problemática esencial es que desde el momento en hacéis jugar
a la conciencia, entráis en la ignorancia. Independientemente de los epítetos,
las palabras, las expresiones, las frases que puedan surgir, todo eso no son
más que alteraciones de la Verdad, porque la verdad no puede decirse, no puede
probarse ni buscarse: ella “es”. Así pues, es la distancia de la proyección, la
que os lleva, tanto a la reencarnación como a la ilusión de querer mejorar o
evolucionar algo. Recordad que la rueda solo existe porque el centro permite el
movimiento rotatorio, y el centro de la rueda, el Tao, está inmóvil. El Tao no
es un principio, no es una adhesión conceptual o religiosa es, ante todo, vivir
la Verdad.
Recordad que aquí no hablo de meditación, que es un
acto voluntario, ni de oración que es un acto de proyección, sino ciertamente
una especie de vacuidad, de silencio donde de alguna manera, la nada es la
plenitud. La nada ¿de qué? La nada de la conciencia, de la proyección de la
conciencia que os dirigirá ineluctablemente a lo que siempre habéis sido. Y lo
constatan los hermanos y las hermanas humanos que han sido liberados -de
diferentes maneras, como sabéis-, ellos no pueden ilusionarse con ninguna
proyección o manifestación. Ahí está la fuente de la felicidad eterna, del
gozo, del éxtasis, que son las consecuencias, pero que no son más que la
Verdad. Es la aplicación del bálsamo de la Verdad en la Ilusión de este mundo,
es el reencuentro entre lo Eterno y lo efímero, lo que llamáis también el “cara
a cara” actual que os restituye a vuestra integridad que nunca ha desaparecido,
que no necesita crecer, que siempre ha estado ahí.
El Silencio del que hablamos es el silencio de la
proyección y, por tanto, el silencio de la conciencia. Es lo que podría
acercarse mejor, al nivel de las palabras, a la Última Presencia y al Absoluto.
No hay otro testimonio en este mundo que lo que llamaría, la ecuanimidad y la
estabilidad de todas las conciencias que os animan, como la supra-conciencia,
la conciencia de la persona, la conciencia Turiya o la desaparición de la misma
conciencia. Retened incluso con conceptos, si queréis, que, sin Aceptación
incondicionada, la Verdad no se revelará.
Aceptar, podría ser asimilado a volverse como un
niño. Aceptar solo puede hacerse, más allá del tiempo y del espacio y, por
ello, podría acercarse mejor a lo que se ha llamado el “instante presente” o el
“Aquí y Ahora”. En esta aceptación que es donde todo se realiza, todo se vive y
todo se inscribe donde no puede haber la más mínima mejoría o evolución, sino
simplemente el juego de la conciencia. La problemática es, y eso se os ha
explicado durante muchos años, que absolutamente todo lo que está proyectado en
este mundo, incluso la espiritualidad, os aleja de la Aceptación, os aleja de
la inocencia, os llena la cabeza de ideas, de conceptos, de adhesiones, de
creencias, de proyecciones en el futuro.
Es
preciso estar presentes a través de la Aceptación, no en sí mismos, sino en la
nada, en la vacuidad, en lo Desconocido. Pero mantengamos la palabra
“Desconocido”, porque la “nada” o el “vacío”, os reenvía a lo que detesta el
ego. Cuando el ego oye “vacío” o “nada”, se retrae. La retracción impide también la Aceptación de lo que
es, de lo que ha sido y de lo que será que no tiene ninguna relación con
ninguna forma, ninguna dimensión, cuando digo “ser nada”, es “ser todo”; es la
estricta verdad. Ser todo no significa ser todas las conciencias, aunque no se
esté limitado a ese nivel, es vivir lo que sois en el origen de la conciencia,
no solo de la vuestra dentro de sus historias, dentro de sus orígenes,
estelares o galácticos, qué sé yo, sino en este último punto que es anterior a
la Fuente. Esto solo puede ser el punto de partida; el punto de partida de la
aparición de los escenarios, de las historias, de los cuerpos, de las
dimensiones.
El que no es nada, lo es todo. Eso se ha llamado,
creo, la pequeña Vía o la Vía de la Infancia, la vía de la humildad. Yo decía
de manera enérgica, tanto hace unos años como cuando estaba en este cuerpo que
era el mío y que yo no era ese cuerpo, pero que era mío. Es vuestro cuerpo,
pero no sois ese cuerpo. Os corresponde a vosotros ver la diferencia, no en el
concepto sino en la vivencia. Es muy complicado que aceptéis ir más allá de las
palabras, sobre todo cuando son pronunciadas, pero ved eso claramente en el
silencio entre mis palabras.
Ahora, cuando compruebo como los Ancianos, las
Estrellas, los Arcángeles, el Sol, es que muchas conciencias de la Tierra,
hermanos y hermanas redescubren esta primera verdad, se constituyen en el
testimonio de la Verdad. No a través de las palabras, de la ropa, de los gestos
-vosotros no necesitáis parafernalia, ni necesitáis ropa naranja, no necesitáis
un rosario, una Japamala, un dios-, vosotros sois anteriores a todo eso. E
interiores a todo eso. Solo la proyección hace que os adhiráis a ello. En la
Aceptación, no puede haber ninguna proyección, sois neutrales, escapáis así, en
cierto modo, a la dualidad inexorable de este mundo, a toda manifestación. Al
posicionaros entonces por encima de la dualidad, viviréis realmente la Unidad,
no como concepto de superación del bien y del mal, del ying y del yang, que es
inexorable en este mundo, pero incluso este inexorable, se basa en la misma
fuente, en el mismo elemento que es anterior a la Fuente.
En otras palabras, situaros de forma natural en el
Aquí y Ahora, os coloca simplemente ahí donde siempre habéis estado. Estas
palabras no hubiera podido pronunciarlas durante mi última encarnación, ni
incluso hace unos años. Esto es independiente del movimiento de los astros e
incluso del que llamáis Nibiru, pero es lo propio de la conciencia cuando
detiene la proyección, cuando entra en la Aceptación. La palabra “Aceptación”
evita las trampas de imaginar el Corazón del Corazón, porque la palabra
“aceptación” es suficientemente amplia y extensa, sea cual sea la lengua, sea
cual sea la cultura, ya que la Aceptación es un movimiento de restitución o, en
todo caso, da la ilusión de un movimiento de restitución porque no hay nada que
restituir; eso siempre ha estado ahí.
Recordad que solo la proyección en todas sus
acepciones, os impide “aceptar”, La relación, de la que os ha hablado el
Arcángel de la Relación, se establece con lo Invisible, con los pueblos de la naturaleza,
con los grandes maestros desaparecidos, poco importa; después de la relación
viene el tiempo de la Aceptación que ya no hace distinción y que permite, por
la trasparencia, por la no acción, estar en la acción justa, sin depender de
ninguna proyección de la conciencia sino de una espontaneidad que brota de la
Infancia, por la humildad y brilla dentro de la Ilusión.
Recordad que eso no puede ser una búsqueda -si
todavía hoy, buscáis, no encontraréis nunca. Encontrar, requiere detener toda
búsqueda y toda proyección, no para encontrar sino para reencontraros. Ahí está
el único y verdadero Conocimiento, el de vuestra esencia; sea cual sea la
máscara, sea cual sea vuestra vida y sea cual sea el mundo, os recuerdo que es
algo natural, evidente en todas las demás experiencias de la conciencia que no
están vinculadas a este mundo.
La conciencia es un juego al cual habéis decidido
jugar, pero el juego de la conciencia en este mundo, no permite la Aceptación,
solo permite la proyección, las suposiciones, las reflexiones, las cogitaciones
y las comprensiones, pero sin poder comprender lo que sois. ¿Es que el pez
puede comprender el agua?, ¿es que el hombre puede comprender el aire, aunque
lo analice? Se dice que el cuerpo humano está compuesto en su mayor parte de
agua. Vosotros conocéis las características del agua, su temperatura, su punto
de ebullición, su punto de congelación, pero, ¿es que eso os hace vivir el
agua? No, esos son proyecciones. La única forma de vivir el Éter de Verdad, es
dejar de querer comprender, dejar de querer asir y apropiarse, sino aceptar.
Aceptar en una relajación, no hay movimiento, no hay
tiempo, no hay espacio. Desde el momento en que hay proyección, hay tiempo, hay
espacio. Nada es verdadero en el tiempo y en el espacio, eso concierne a la
persona, a la historia. Porque para aquellos que la viven, esta verdad es
imparable: no sois ni este cuerpo, ni esta vida ni siquiera la conciencia. La
conciencia es el soporte del juego. La conciencia os permite jugar, ya sea en
este cuerpo como en lo que habéis llamado el cuerpo de Eternidad, cuerpo
inmortal o cuerpo sin costura. Pero lo que vosotros sois no tiene nada que ver
con un cuerpo, que es un vehículo que os lleva en el juego de la conciencia, porque
vosotros no sois ese juego de la conciencia. Ahí está la verdadera libertad y es
ahí donde permanece la Luz, donde permanece el Amor incondicionado.
Detener los motores del sufrimiento es dejar de
identificarse a cualquier devenir, a cualquier pasado; es ser virgen, es estar
disponible. La intensidad, la evidencia de la Luz es tal que solo hoy, vuestra
proyección os impide ser libres. No hay ningún otro obstáculo, ni de edad, ni
del fin de los tiempos, que se sostenga. No os situéis es esa especie de
voladizo, en lo que llamáis “el fin de los tiempos” o el fin de la materia, no
os coloquéis en esa puerta falsa por una proyección de un futuro, de una duda,
de un temor o del retorno de la Luz. No seáis tributarios de las
circunstancias, tanto las del cosmos como las de vuestro cuerpo. Si dependéis
de ello, después del fin de los tiempos, no seréis libres. Si dependéis de un
sufrimiento, sea el que sea, ¿cómo podéis ser libres? Vosotros no aceptáis.
Creo que los Melchizedech han sido muy precisos en
esta noción de espontaneidad, de Aceptación, de inocencia, de Infancia. Podríamos
añadir veinte palabras más, pero la Aceptación es la Aceptación. No podéis aceptar
y proyectar, y si aceptáis realmente, entonces todas las proyecciones, tanto en
el sentido noble del término como en el peyorativo, serán posibles, pero
ninguna podrá modificar nada. Os habéis encontrado, os habéis vuelto a
encontrar, sois anteriores al conocimiento, anteriores a la forma, anteriores a
la Luz. Y hoy, se os ha hablado de la Inteligencia de la Luz, de la Acción de
Gracia, del estado de Gracia. Esas son referencias que han sido útiles, pero
hoy, deshaceos de toda referencia. No conceptualicéis nada, no llevéis nada al
pasado o al futuro, devolved todo al instante presente. Es la mejor manera de
aceptar.
¿Quién quiere decir algo sobre la Aceptación y
aceptar? ¿Qué quiere decir eso para vosotros?
Acoger significa pasar por la Aceptación, aceptar,
sobre todo cuando no comprendéis, cuando no tenéis justificaciones, cuando no
tenéis explicaciones. Porque “aceptar” es desaparecer, es no reaccionar, es
estar realmente disponibles para la Verdad y para nada más, aunque todo lo
demás se os ofrezca. Hay una expresión en vuestra lengua que dice, «no pongas
el carro delante de los bueyes». Mientras os preguntéis sobre el Amor, sobre la
vibración, sobre la conciencia, obviamente, hoy, no podréis estar en la Aceptación.
Esta Aceptación se ha denominado, por los llamados
primeros cristianos, la “oración del corazón”. No se trata de una oración para
obtener algo, sino una oración al propio corazón, sin petición, sin objeto, es una
aceptación. Porque en la Aceptación no puede haber lugar para el sufrimiento,
para el rencor, para la Ilusión, porque todo es acogido. Y desde el instante en
que vosotros aceptáis el Todo estando en la nada, no deteniéndoos en nada, os reencontraréis
y os volveréis lo que sois anteriormente a vuestros orígenes, a vuestros
linajes, a vuestras experiencias. La Alegría y el gozo eternos no pueden ser
encontrados en otra parte. Todas las alegrías y los gozos que encontráis en
otra parte, son solo derivados y son pasajeros.
Ir a la fuente de la conciencia es ser inmutable, es
ver la vanidad del tiempo, la vanidad del espacio, la vanidad del karma, la
vanidad de cualquier evolución de lo que siempre ha sido perfecto desde la
Eternidad. Daos cuenta que somos nosotros los que ponemos una distancia en
relación con la perfección por el simple hecho de nombrar, etiquetar,
referenciar. Dejad eso para organizar la vida en este mundo, pero no apliquéis
los principios de la organización de este mundo a lo que sois. No sois de este
mundo. Sus leyes no tienen ningún efecto ni ninguna acción posible sobre el
“santo de los santos”, sobre la Última Presencia o la Infinita Presencia.
Repito, eso no son más que palabras, pero que va a traducir vuestra realidad,
si lo vivís, si os encontráis. No creéis conceptos mentales o propósitos.
Hoy, estáis en el tiempo de la simplicidad y de la
simplificación. Además, se os ha dicho que la Luz era simple y evidente. Si eso
no es así, es que no os habéis reencontrado, todavía estáis jugando, estáis
proyectando escenarios, historias. Vosotros tenéis entera libertad y todas las
latitudes, para llevar a cabo esos juegos, pero, ¿dónde empieza el juego?,
¿dónde empieza la conciencia? En la a-conciencia, eso que está más allá, que es
anterior y posterior a la Luz y que se expresa por todas partes, se manifiesta
en cada expresión y en cada proyección, así como en cada Aceptación.
Entonces, desearía que en las horas que vamos a
pasar juntos, no cuestionéis, sino que os afirméis, no en una verdad
parcelaria, sino que os testimoniéis con vuestras palabras. El sufrimiento no
es más que una zona, un estado, una parte del cuerpo, un tiempo, un espacio que
no habéis encontrado y que todavía no está aclarado, no en el exterior, sino en
el interior, por la Aceptación. Siempre
se os ha dicho y lo ha vuelto a decir María, recientemente, que ella estaba en
vosotros y que, aunque el lugar donde estáis en este mundo os hiciera sentir
algo del exterior, como una relación o un contacto, se os pide que veáis que
eso está en vosotros, que eso sois vosotros.
Acoger no tiene nada que ver con acoger a un
invitado. Aquí está la cuestión de aceptaros a vosotros mismos, de acoger la
Luz, no de una fuente exterior o de un ser más luminosos, sino de vosotros
mismos, acogeros vosotros mismos, allí donde nada puede resistir, nada puede
oponerse, nada puede ser dialéctico, donde todo es Evidencia. El Liberado viviente
ve Evidencia en todas partes, y esta evidencia, no tiene nada que ver con la
comprensión o una explicación. Se trata de aplicar a este mundo una mirada
nueva que, por supuesto, no juzga, sino una mirada plena y entera que ve todo
no solo con un ojo, sino con los dos, con la conciencia, con el sentimiento,
con los conceptos, con los afectos y sin esfuerzo.
Además, la Luz no conoce el esfuerzo, y tened en
cuenta que se os han vendido durante milenios, la idea que tenéis que hacer
esfuerzos por mejorar, convertiros en un santo, volveros buenos, que había
karmas que eliminar, cosas que resolver. Pero la única cosa que hay que
resolver es la dirección de vuestra conciencia: proyección/Aceptación. Quien
dice proyección, dice tiempo y espacio; quien dice Aceptación, dice fin del
tiempo y del espacio, Libertad. No la libertad de ir y venir sobre la escena
del juego, la que tenéis siempre aquí o en otra parte, sino la libertad de ser
verdaderos, sin falsas apariencias, sin disimulos, sin ilusiones, sin visiones,
sin historia.
Por consiguiente, desearía que las reflexiones, más
que las preguntas, que vamos a intercambiar, sean útiles a todos vosotros, no
para reflexionar, no para saber si es verdadero o falso, sino para instalaros
realmente, en este “santo de los santos”, para ver el interior más allá de toda
visión -no importa si es etérica, del corazón o del tercer ojo-, para ver con
la conciencia, la Verdad. Pero incluso esta verdad, vista más allá de cualquier
proyección. Diría que debéis regresar también, a lo anterior a eso relacionado
con vuestra vida y remontar a la fuente de vuestro sentido de ser un individuo,
hacia los tres/cuatro años. Hoy, en los mecanismos íntimos de vuestra persona,
no os planteéis preguntas, aceptad. No necesitáis mantras, no necesitáis templo
exterior, no necesitáis la mirada del otro, no necesitáis de mí ni de vosotros,
precisamente, todo lo contrario.
Ahí está la Eternidad. Viéndola ahí, en el “santo de
los santos”, la veréis por todas partes, tanto en este mundo como en todo juego
de la conciencia fuera de este mundo. Y creo que, además, la Fuente ha llamado
a eso: el Juramento y la Promesa. Pero ya ha llegado el Juramento y la Promesa,
están actualizados, ya se os ha dicho. ¿Qué habéis hecho con ello?
Acoged; Aceptadlo, ante todo, Aquí y Ahora y
recordad, repito, que no se requiere ningún esfuerzo. Es la proyección la que
lo requiere, no a la inversa. Cuando hablo de Aceptación, no hablo de lo
contrario de la proyección, que llamáis, creo, “introyección”; fijaos en la definición
de esta palabra. La Aceptación (la acogida) no es lo contrario de la
proyección, es la “desaparición de la proyección”, la aniquilación de cualquier
movimiento de la conciencia, la inmovilidad total que es la Morada de la Paz
suprema y el éxtasis. Como sabéis, mientras una alegría dependa de una
circunstancia, de una energía, de un encuentro, esta alegría no es libre, es
reactiva y condicionada. La Alegría de la que hablan los intervinientes, los
Liberados vivientes, no es nada de todo eso. Es a la vez la libertad y la fijeza
dentro de la Eternidad. Ahí está el Amor, porque ahí, vosotros sois la fuente
del Amor, anterior a todo juego.
Encontrar eso es la clave, pero no tratéis de meter
esa llave en una puerta, porque cuando tengáis esa llave, la tiraréis -no hay
puerta. Hoy, la única manera de escapar del tiempo, no es huir de él o de los
tiempos que hay que vivir en esta revelación, sino atravesar eso realmente, no
luchando, no queriendo protegeros de algo, sino aceptando. Si el principio y el
fundamento de Aceptación, están presentes, entonces hay facilidad, ligereza y,
una vez más, ecuanimidad. Nadie puede mover lo que sois, sean cuales sean los
movimientos de vuestro cuerpo y lo que tengáis que realizar en la vida
ordinaria.
Y además habréis constatado o constaréis, que todas
las obligaciones, incluso las más detestables para la persona, se viven con el
mismo corazón por el que está liberado de la persona. No es más valioso dirigir un país, que fregar
los platos correctamente, no es más valioso lo que depende de los
conocimientos, existe el valor justo y eso se ve en cada acontecimiento, en
cada mundo, en cada hermano, en cada hermana, en cada enemigo, en cada intruso
de este mundo.
La única pregunta que debéis plantearos hoy es:
“¿Quiero ser realmente libre o se trata más bien de una reivindicación de mi
conciencia que considera la Libertad como la libertad de la proyección? Buscad
primero la verdadera Libertad, y las demás libertades estarán presentes.
Tomo otro ejemplo antes de dar la palabra: “es
inútil saber coser, es inútil tener hilo y una aguja, si no sabéis cómo pasar
el hilo por el ojo de la aguja”. Es lo mismo con el Amor. ¿Qué quieres decir?
Le invitamos, si está de acuerdo, a que siga su
intervención mañana.
Entonces, terminaré estas palabras, para los que
estáis presentes y los que estéis, por supuesto cuando lo oigáis o leáis, proponiendo
hacer una pausa en vuestra audición o lectura, algo que va a hacerse
ciertamente ahora, y volver a escuchar o leer, tratando de reflexionar sobre la
noción de “Aceptación”. Os invito mañana o en días siguientes, a escribir,
pensar todo lo que es para vosotros la Aceptación. Así que tenéis tiempo para
la cavilación, para la reflexión, para que podamos establecer mañana un
intercambio. Y aquí, soy yo el que va a acogeros. No tengáis miedo de nada y,
sobre todo, no os engañéis, no puede haber error. En cuanto a la refutación, os
diré para terminar hoy, que mis palabras no pueden fallar. Si utilizáis estas
palabras en los tiempos que vivís, no podéis equivocaros; es imposible. El
fracaso pertenece a la Ilusión.
Con esto, Bidi os saluda y os invita a entrar en
vosotros para seguir estas conversaciones, estas reuniones, estos intercambios
para el bien de todos. Bidi os saluda.
***
Nuevo grupo de Google https://groups.google.com/forum/#!forum/ha-llegado-la-luz-ii
muy agradecida por los sabios concejos de el amado hermano bidi gracias por hacernos llegar tan valiosa informacion mil bendiciones mariana de jesus diaz
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