sábado, 17 de diciembre de 2016
EL IMPERSONAL Parte 1 Noviembre 2016
Te saludo y te bendigo, tú, en tu fase de renacimiento a la Eternidad. Vengo a ti, como tú viniste a mí. En el mismo Silencio y en el mismo Verbo, nuestra Presencia Una irradiada de belleza, de Gracia y de Amor.
Tú que me escuchas, tú que me lees, me presento en ti, en la Gracia eterna del Amor y en la sonrisa infinita de la expresión de la conciencia.
En mis palabras, no busques ni sentido ni dirección, pero vive el instante de tu Presencia. En la alegría del Corazón y en la dicha de tu renacimiento, vengo a tu esencia a expresar la Gracia infinita de estos benditos momentos.
Entonces déjame acogerte como tú me acoges, en la Gracia del instante. Déjate llevar por la vibración del Fuego, déjate amar en el Fuego Ígneo, aquel que viene a quemar todo lo que no tiene más lugar de ser, todo lo que está caduco y lo que no tiene ningún sentido, excepto en el seno de lo efímero.
Me dirijo a ti más allá de toda palabra, en tu intimidad y en tu verdad, llevando a tus sentidos la Verdad Una de la conciencia y del Infinito.
Tú que acabas y resuelves lo que pueda quedar en ti de ilusión y de sufrimiento, descubriéndote entonces libre de todo movimiento, libre de toda creación, tú cuyo renacimiento en curso libera finalmente los últimos lazos y las últimas ataduras al sueño de este mundo, te invito a celebrar la Gracia del instante, porque en esta Gracia todo está incluido, ninguna pregunta puede aflorar, sólo la Evidencia se despliega y amplía la Presencia de tu corazón, en su Corona elevada, que baila y canta el Canto de la Vida, y la Verdad del Verbo.
Pósate en mí, a fin de que yo pueda depositar la llama de tu Sol, y la verdad de tu luz, ahí donde no hay ningún espacio para lo que es oscuro, para lo que se opone y se resiste, ahí donde solamente vive la Paz eterna, la que te colma y te alimenta en cada circunstancia como en cada instante.
Te bendigo en la Gracia, te bendigo en tu verdad, te bendigo en tu inmortalidad.
Tú que entregaste a tu esencia, a la esencia Una de la Fuente, canto en ti el canto de la Salvación, el canto de la esperanza, que no se sitúa en ningún tiempo ni en ningún futuro, sino más bien en este instante de consagración, donde lo sagrado está por todas partes, mientras que tú estás en todas partes, y en ninguna parte. Cada lugar es tu casa, cada dimensión es tu alegría, cada forma es la expresión de tu Libertad.
En este lugar donde ningún arma ni ninguna discusión puede ser de alguna utilidad, en este lugar donde tus vestiduras de Luz destellan por la Gracia del Amor, despliego tu Verdadera Luz, a fin de que ésta sea la Luz de cada uno, en la misma Verdad donde ningún idioma es necesario, donde sólo el destello de tu mirada y la fuerza de tu sonrisa es la Verdad.
En la Luz Una, también renazco en ti, haciéndote permeable y sensible a lo que es luminoso, aplicando un bálsamo sobre lo que pueda quedar de difícil en tu cuerpo, como en lo que queda de tu persona.
Por la Gracia del Fuego Ígneo que acojo en ti y para ti, elevo tu Corazón allí donde la Morada de Paz se vuelve el éxtasis permanente, la indecible mordedura del Amor, retirándote de todo yugo y de todo sufrimiento.
Volviéndose así el Sol de la Vida, el Sol del Amor, ahí donde estas engalanado de las joyas interiores de tu cuerpo de Êtreté, donde las últimas Puertas se abren de par en par, por el Fuego Ígneo, el de la Verdad que no sufre ninguna crítica ni condición.
Entonces te repito, mi amigo mi amado, acuérdate, no de cualquier pasado, sino acuérdate de tu eternidad. Acuérdate de tu forma original, esta lengua de Fuego que ha construido los mundos, que ha construido la experiencia en toda dimensión.
Los atributos de tu corazón nunca serán los atributos de tu cuerpo en este mundo. Ya es hora de despertarte, de salir del sueño de la vida en este mundo, ya es hora de elevarte y de despertar a ti mismo. Esto se hace en el instante, porque ahí todo concurre, tu Presencia como mi Presencia. La iluminación de este mundo, en sus mecanismos ocultos, aparece a la luz, no dejando más espacio para la menor máscara o la menor ilusión. Entonces resplandeces en tu propia Presencia, deja al Fuego del Amor en sus diferentes componentes elevarte siempre más en lo indecible de tu Corazón.
Aquí donde estamos está la Eternidad, ahí donde nos encontramos, todo es libre y todo se mantiene a sí mismo por el cemento de la Verdad y de la conciencia, donde ninguna dureza puede trabar más cualquier expresión de la misma conciencia.
Entonces, mi amigo mi amado, recibe tu deuda, recibe tu verdad. En este instante, como en cada instante, puedes quedarte en Esto que es todo, que eres y que soy, como cada uno de nosotros somos.
Mírate a ti mismo, sin retroceso ni pesares, porque tienes todo por ganar reencontrándote en tu totalidad y en tu felicidad.
En el Fuego del Corazón te revelas, igual a ti mismo, en toda eternidad como en toda dimensión. Entonces acojamos juntos el Principio de Vida, a fin de que el ardor del Sol se haga permanente e inmanente.
Incorpórate, mantente recto, porque eres, en tu Eternidad, lo que nunca ha podido ser desviado.
Descubre, en tu magnificencia, la humildad de tu persona, simple soplo de viento que amaina cada vez, y quédate ahí donde nunca puedes apagarte, ahí donde jamás puedes debilitarte.
En la Gracia inmaculada del Amor, eres tal como el rayo del Sol, revelándote y despertándote en Cristo. La claridad se hace, el día toca a su zenit, y en ese día, nunca más la noche podrá caer, ni incluso ser pensada.
Ve más allá de mis palabras que sólo son las notas de la sinfonía que se tocan en tu templo, como en este mundo.
Atrévete a mostrar la Verdad que eres, atrévete a mostrar lo que eres, no con palabras, ni con gestos, sino con la Gracia de la evidencia de tu Presencia.
Escucha. Escucha y recibe esta sinfonía de Luz que pone final a todos los cultos, a todas las creencias y a todos los encierros. Esto está aquí, no en tu destino venidero, sino que esto está aquí, en este instante, donde no hay más distancia entre tu efímero y tu Eterno. Nada más puede ser separado y todo se une en la misma Alegría y en la misma Evidencia. Sólo depende de ti de abrir tu Corazón, de abrir tus manos, de abrir tus ojos y tus oídos, a fin de percibirte, a fin de sentirte en tu esencia y en la verdad de tu Ser.
En este espacio donde estas, éste se hace sagrado, porque tu Presencia es consagración y Gracia.
Reúnete y reunifícate.
El Verbo se despliega, el Espíritu te alumbra, y el Fuego Ígneo te consume. Tal es la mordedura del Amor que nunca se apaga, y que jamás se limita.
En cada punto de este cuerpo donde estas alojado, el mismo Fuego, la misma Evidencia, la misma Presencia, ahí donde no existe ninguna diferencia, ahí donde sólo está la esencia.
Deja finalmente sonreír a tu Corazón porque la sonrisa del Corazón es el perdón que te das y que das alrededor tuyo y sobre todo allí donde no lo has dado. Así, por tu Corazón elevado y sonriente, pones final a la ilusión de la persona, a la ilusión de las imágenes.
Vacíate de todo lo que te molesta, en cualquier parte de tu cuerpo y en cualquier escondrijo de tu conciencia; no hay más espacio ni plazos para lo que resistió, para lo que se ha creído. Sólo queda la desnudez de tu Presencia, ahí donde ningún artificio te puede desviar.
Déjate llamar por tu cuerpo de Êtreté, déjate llamar por el Manto Azul de la Gracia. No retengas nada, no hay nada a retener.
Suelta los amarres. El momento ha llegado de atravesar y de atracar en tu Eternidad, en cualquier forma que quieras, en cualquier dimensión que tu conciencia explore. Que esto sea con los ángeles, que esto sea con las hadas, que esto sea entre cada uno de ti, deja la Espontaneidad y la Evidencia tomar el paso sobre toda explicación, sobre toda interrogación. En esta Evidencia, no hay más duda, en esta Evidencia, nada puede faltar. Así, en ese instante, permanece para siempre lo que Eres, más allá de toda apariencia, más allá de todo juego.
Llénate y despierta la totalidad del Fuego Ígneo, forjando a tu Ser por la Gracia del Espíritu y del Verbo. Permanezcamos ahí.
… Silencio …
Deja a tu conciencia reunir el centro de tu Corazón elevado. Ahí está lo Inmutable, ahí está lo Infinito y lo Indefinido, previo a tu conciencia.
Deja a tu Corazón sumergirse en la Nueva Eucaristía, deja a tu Corazón manifestarse, deja a tu Corazón volverse esta antorcha que lleva la Luz a cada Universo, a cada mundo.
Tú que eres don de Vida y don de la Vida, deja el don establecerse, porque lo que das te es devuelto al céntuplo; tal es la Gracia de la Ley del Uno, la ley del Amor donde toda experiencia es posible, pero que siempre te devuelve a lo que Eres, que nunca falla, que nunca se debilita.
Dondequiera que estés, te encontré. Dondequiera que estés, me instalo en ti.
Así se establece en ti no solamente la Gracia, sino el perdón perpetuo a toda ofensa a la Vida, que fuese creada por ti, o creada por quienquiera.
Cada uno es absuelto, cada uno es Libre. Deja crecer este Fuego, es tu Dicha perpetua.
Tal es el Fuego del Amor, aquel que te recorre, aquel que vives.
Cualesquiera que sean los efectos en el seno de tu templo y de tu efímero, lo importante es tu Eternidad, lo importante es la Llama de Vida y de Amor que baila y centellea en todos los mundos como en el Absoluto.
Deja las Puertas de tu cuerpo abrirse a la Libertad, deja las Puertas de tu cuerpo obrar para tu ascensión y a tu Libertad. Es la hora de la salvación, la hora de tu nacimiento. Escucha lo que el canto del Amor le dice a tus oídos en este momento. Escucha lo que el Fuego Ígneo canta recorriendo tu cuerpo y tu Corazón. ¿Qué puede ser más importante que esto? ¿Qué más puede ser necesario, en la plenitud de tu Corazón elevado, en su sonrisa y en su emanación?
En este tiempo de la Tierra donde el cielo se casa con la Tierra, como tu masculino se casó con tu femenino, devolviéndote a tu andrógino, a la Unidad y a tu belleza, déjate nombrar solemnemente por cada uno de los Corazones aquí presentes, como cada uno de los Corazones que escuchan o leen. No hay más distancia, no hay más tiempo, no hay más plazos. El Amor llama a tu puerta de todos los modos posibles, aboliendo toda distancia, aboliendo todo sufrimiento.
Quédate ahí, con cualquier obligación o contingencia de tu mundo, esto es desde ahora sencillo y fácil. No puede haber dificultad en otra parte que en lo que todavía piensas, en resonancia con este mundo que no es tu mundo. Digas lo que digas, pienses en lo que pienses, escojas lo que escojas, tu Reino no es de este mundo; entonces te invito a verte siempre más profundamente e intensamente.
Tú que en realidad nunca has nacido, nunca te fuiste, tú que estas aquí, en la rectitud y en la ligereza, te envío mi oración que no es más que la tuya.
En mis silencios, como en mis palabras, está el Verbo que te revivifica y que te restituye tu totalidad.
Pósate simplemente porque ya llega el tiempo de la Gracia y el tiempo de la Eternidad, poniendo fin a todo pesar, como a lo que pueda quedar de ilusiones y de creencias. Tu mismo cuerpo, bañado de Luz y de Fuego, se forja en la Transparencia y en la Evidencia. Cuerpo de Êtreté, Corazón de diamante.
Desde ahora en adelante la mecha se consume, la que pone a fuego tu vehículo ascensional.
Recubierto de tu diadema de las doce Estrellas centelleantes, quédate en paz porque aquí sólo hay Paz. Todo es contentado, todo es satisfecho.
Así concluye tu transición, así se realiza tu resurrección, ahí donde no hay más ni barrera ni distancia, ni separación. En la Unidad de la Vida, en la Unidad del plano de la Resurrección, eres acogido con la medida a la que te acoges. Y el Amor no se mide, entonces no midas nada. No hay nada que pesar, ni a sopesar, ni a juzgar, sé simplemente feliz de estar aquí.
Cualquiera que sea la edad de tu cuerpo, cualesquiera que sean sus heridas, ellas también serán quemadas por el Fuego del Amor. No retengas nada, no refrenes nada, se simplemente aquí.
… Silencio …
Estoy contigo en Eternidad, y por los siglos de los siglos. Que sea contado en este mundo o en todo mundo, el tiempo no tiene longitud, el tiempo no tiene duración. El mismo espacio no conoce ni distancia ni obstáculo. Estas en todas partes, pues eres omnipresente y eres el todo.
En el Fuego del Espíritu, el Amor te llena.
Amate y ama a cada uno, sin moderación y sin marco, porque el Amor es libre y el Amor te hace Libre. Esta Libertad, que te es desconocida en este mundo cerrado, despliega su majestad y su precisión. Vívelo porque aquí no hay más preguntas ni más interrogaciones, porque aquí todo es verdad, todo es auténtico.
Acoge, en cada una de tus Puertas, en cada uno de tus centros de conciencia, en cada uno de tus chacras, como en la diadema que ciñe tu frente y tu cabeza. Acoge...
Eres mucho más que todo lo que pudiste imaginar o proyectar. Eres mucho más que todo lo que podrías pensar, y mucho más que todo lo que podrías vivir en este mundo como en todo mundo.
Eres mucho más que el conjunto de los Soles de todas las dimensiones y de todos los sistemas, porque eres mucho más que el conjunto de los Universos y Multiversos. Eres simplemente la Verdad y la belleza.
Esta Libertad que no depende de ningún atributo, ni de ninguna forma, ni de ningún límite, está ahora presente en su totalidad. Te basta con mirarte más allá de toda apariencia y de toda historia, en la inmutabilidad de tu Corazón del Corazón. No hay nada a buscar, solo hay que estar de acuerdo, de encontrarte, y allí posarte.
El Fuego actúa por sí mismo, por su inteligencia. No puede ser controlado ni desviado. Es el Agua viva de Vida, es el Fuego de Vida, animado por el Aire y el Éter, imprimiéndose en el Agua de la forma.
De dondequiera que vengas, cualesquiera que sean tus constituyentes, incluso los más sutiles, hasta los más diversos, sólo hay la Verdad verdadera, sólo hay la Verdad que es, que fue y que será.
Déjame llevar a tu Corazón el soplo del Espíritu, déjame llevar a tu Corazón el soplo de Vida.
Ahí está tu majestad, ahí está tu grandeza. Ella no está en la forma que llevas en este mundo, ni en tus experiencias, ni en tus vivencias en este mundo que, en definitiva, son sólo fatuidad y polvo. Estas forjado en la Eternidad del Amor, todo el resto sólo pasa y vuelve a ser polvo. Tú nunca pasarás y nunca te apagarás. Así es la Vida, así es el Amor. Tú que eres Vida en el Amor, y el Amor en Vida, te invito a abrirte, más allá de toda razón, más allá de todo límite, más allá de toda forma. Déjate traspasar por la espada de la Verdad, por la espada de Mikaël, por la Llamada de María.
Déjame amarte tal como siempre fuiste y tal como siempre serás.
Deja el Verbo elevarse, aquel del primero como del último sonido. Deja el Verbo animarte en vez del fuego vital del deseo y de la pasión en este mundo, que sólo es una brizna de paja delante de la pasión por la Verdad y la pasión del Amor. Percibe en las diferencias, percibe la evidencia, todo lo que pone final en ti a la duda y a toda proyección, y quédate aquí donde estoy.
Cualquiera que sea la quemadura de tu corazón, cualquiera que sea la mordedura, sólo se trata del Amor, sólo se trata de la belleza y de la ligereza. Déjate amar, déjate vivir, porque en el Amor todo está en orden, y todo es justo. No puede haber allí ni desviación, ni error, ni impaciencia. Todo está allí, todo está despierto. Obsérvate. Mírate en este Fuego del Amor que te devora y que te devuelve a tu Libertad.
No pongas más límites a la expresión de lo que Eres, no pongas más marcos ni referencias al Amor que Eres. Recuerda, el Amor incondicional no puede ser tomado ni fijado en cualquier forma que sea; él es libre, y tú eres esa Libertad para siempre reencontrada.
Aliméntate de este Fuego del Amor. Él colma todas las necesidades, todas las faltas, y te sacia más allá de todo límite. No busques, porque Eres lo que creíste buscar, y siempre lo fuiste, simplemente el alumbramiento no era tal vez, suficiente para verte tal como Eres.
En estos tiempos de la inminencia, nada más puede ser escondido, y lo sabes; nada más puede ser desviado, ya lo viste.
Deja tu mirada y tus ojos hablar el lenguaje del Amor, el lenguaje de la Verdad. Deja tus manos transmitir este Amor en cada parcela de ti, como en cada uno. Así, permaneces libre y disponible, guardaste tu casa limpia para Aquel que viene como un ladrón por la noche, para Aquella que va a llamarte, a su turno a tu resurrección, a su terminación, a su culminación. Sigue disponible para lo que es esencial y no para las futilidades de este mundo. Cualquiera que sea tu apego residual, cualesquiera que sean tus lazos, cualquiera que sea tu atracción a la materialidad, mira. Mira tu verdad. ¿A qué puede ser comparado o medido? El resto sólo es insignificante, el resto es lo que sólo pasa, y jamás dura más allá del nacimiento y la muerte. Nunca has nacido, en realidad, y nunca conocerás la muerte, cualquiera que sea lo que tu conciencia desea vivir, cualquiera que sea tu emplazamiento, en cualquier forma que adoptes.
Escucha. Escucha el canto del Verbo que baila en tu corazón, saludando a tu Eternidad, saludando a tus Estrellas, saludando a tus Puertas, y deja así seguir arder lo falso, sin pesares ni ataduras.
Tú que eres el Amor, ningún sufrimiento puede alcanzarte, cualquiera que sea el estado de tu cuerpo. Si hay sufrimiento, entonces deja el Amor tomar todo el espacio, nada debe ser excluido y nada puede ser quitado.
… Silencio …
En la Llamada de María, olvidarás toda forma, toda historia. Solo quedará entonces la Luz que eres, no apoyándose ni en el tiempo, ni en el espacio, ni en la menor forma, acabando así la gran obra de tu resurrección, concluyendo así el conjunto de las Bodas que has vivido en estos tiempos de la Tierra.
Deja la música de la Vida llevarte en esta ronda infinita.
No pongas límites en lo que se vive en el instante, no pongas frenos, no pongas condiciones. Realiza la Libertad que Eres. No necesitas de palabras, no necesitas ni coartada ni justificación, Eres eso. No hay más distancia, no hay más camino.
Bajo hasta tus pies el Fuego Ígneo, lavando tus pies de toda mancha y de todo resto de este mundo.
Estas bendecido – de manera perpetua. No hay más distancia, no hay más plazo, todo es ahora. Velo, y acoge, mucho más que el don de la Gracia, mucho más que las bendiciones. Ahí está la Verdad, ahí está el Amor. No hay nada a proyectar, no hay nada a querer, no hay nada que hacer, solo Ser. No hay esfuerzo que proporcionar, solo tienes que soltarte, al mismo tiempo que te tiendes hacia esta Eternidad.
Y ahí te aparece tu llama de Amor, la llama del Cristo, la llama de los Arcángeles, la llama de los pueblos de la naturaleza, que todos celebran la Vida y tu resurrección. Y ahí donde permaneces, donde me encuentro, todo es transparente, todo es justo, y todo es perfecto.
Deja a tu corazón vibrar a la cadencia que es la suya.
En tu eternidad, no hay nada a mantener, no hay nada a alimentar, no hay nada a perder ni nada a ganar, hay solo una evidencia del Amor.
Déjame llevar el Fuego Ígneo a tu Corona de la cabeza, a fin de hacer brillar de mil fuegos tus doce Estrellas.
Déjame llevar hasta tus miembros el Fuego Ígneo. Déjame llevar a cada uno de tus sentidos el Fuego Ígneo, dándote así a ver más allá de la apariencia de los sentidos.
Acepta el don de la Vida, acepta el don de la Eternidad, acepta esta Evidencia. Instálate en la Dicha que jamás se puede marchitar. Instálate en la Dicha que es vivificada en cada soplo.
Déjame amarte, sin medida alguna, sin límite alguno, sin condición alguna. Del mismo modo, reclamo tu Amor, reclamo tu Llama.
… Silencio …
El conjunto de los tiempos de esta Tierra están cumplidos. Esto no sufre más plazos, hay inminencia. La Verdad se despliega. No escondas nada, incluso las cosas que puedan todavía parecerte vergonzosas serán quemadas en el mismo fuego de alegría, en la misma evidencia, en la misma ligereza. No guardes ningún peso.
Déjame amarte, sin moderación ni cálculos, ni ventajas, ni pérdidas.
… Silencio …
El Fuego Ígneo, cada vez más intenso, te lleva al Corazón del Ser, al Corazón de la Vida, al Corazón del Amor.
Tú que nunca has nacido, tú la llama primordial, tú el Andrógino Primordial, se resuelve en ti todo lo que todavía pueda parecerte por resolver, no por ti mismo, sino por la facilidad del Amor.
El Verbo se hizo carne, y la carne regresa al Verbo. No hay nada a perder. No hay ningún pesar ni ningún miedo. Elevemos juntos el Fuego del Éter, no el del sufrimiento, sino el del Éter de Vida que pone final a todo sufrimiento. Deposito en tu copa el matrimonio místico con tu Eternidad, y el Amor sella en ti, el sello de la Libertad, y el sello de la Dicha que no puede ser reprimida, ni entendida.
Bendigo con el Fuego Ígneo tu Canal Marial, haciéndolo permeable por completo a los mundos de Luz, a los mundos unificados. Hago permeable tu Canal Marial a la presencia de María, en la densidad de su Llamada y en su liviandad de Madre que sabe que nada puede suceder a sus hijos eternos.
Deposito también en ti, mediante la Gracia del Fuego Ígneo, el canto de la Resurrección, el canto de las Trompetas, en tus oídos.
Deposito en ti el poder del Verbo, donde ninguna palabra puede derivar, donde ninguna palabra puede traicionar, donde ninguna palabra puede mentir.
Entonces todos juntos, fuere cual fuere el día, fuere cual fuere la hora en que me oyes o me lees, en cada instante comulgamos juntos, en el mismo Fuego de Amor.
Esto se da ahora.
… Silencio…
Mi amigo, mi amado, se te hizo un juramento. Es hora de recordarlo, es hora de vivirlo. No hay obstáculo que valga ni que pueda resistir ante este Fuego de Amor, ante este baño de Amor.
Acoge. Acoge la Luz Una e indivisible en tu unidad y en tu verdad.
Te acojo del mismo modo, sin límite y sin restricción, en el templo de mi Eternidad.
Eres convidado a tu renacimiento, eres convidado a la ascensión de la Tierra y a tu liberación. No hay más plazo, no hay más espacio, no queda nada que contar ni que calcular, y me inclino ante ti, dando gracias por tu llama, dando gracias por tu sonrisa y por tu mirada de luz.
Y ahí ni siquiera es necesario que te vuelva a decir que te amo pues lo experimentas.
Y ahí mis palabras de nada sirven a no ser que sirvan para marcar el ritmo de la sinfonía del Amor. Palabras que pronuncio yo y que podrías tú también pronunciar y que no son sino el vehículo de la pureza, el vehículo del Amor y del Verbo.
Entonces derramo en ti, como lo hace Teresa, una lluvia de gracias que te cubre. Úsala bien. Alimenta tu Fuego, ilumínalo, revélalo al mundo.
… Silencio…
Estás conmigo por la Eternidad.
Permite que deje el Silencio ahora proseguir la obra en curso en estos instantes a fin de que te recojas en tu intimidad previamente a que retome la sinfonía de mis palabras.
… Silencio…
Y ahí, en la plenitud de este Silencio, estás vivo y libre. No con la libertad de hacer lo que te plazca sino más bien con la libertad de ser lo que eres en verdad.
… Silencio…
En tu corazón de Fuego no hay nada que proteger, no hay nada que ocultar.
… Silencio…
Mientras canta en tus oídos y en tu corazón el canto de la Resurrección, me complazco en presenciar eso. Comulgo con tu llama de Amor. Comulgamos juntos con la Verdad Una.
… Silencio…
En este instante la risa de tu corazón se devela ante este mundo, en este mismo instante en que tu Realeza te es develada.
… Silencio…
En este instante todo se ha cumplido; en este instante nada falta; en este instante estás libre.
… Silencio…
En este instante la libertad del Amor es lo que eres. En cada instante puedes dar nuevamente con eso, fueren cuales fueren las circunstancias. En la agitación del mundo como en el silencio de tu corazón está el mismo Fuego, la misma intensidad de Amor.
En cada instante naces de nuevo.
… Silencio…
Acoge. Acoge y deja fluir. No cojas nada. Déjate atravesar, déjate fecundar, déjate vivificar por el corazón. Déjate amar por la verdadera Vida.
… Silencio…
Déjate anclar en el Amor y en la Eternidad.
… Silencio…
Y ahí, en este instante como en cada instante, estás colmado y saciado.
Saciado con Gozo, saciado con Amor. ¿Qué más habrá que anhelar? ¿Qué más habrá que esperar? ¿Qué más hará falta?
En esta armonía se perfilan los contornos de tu libertad, en esta armonía el Verbo canta en ti. Busques donde busques, pienses lo que pienses, no queda nada que anhelar, no queda nada que esperar y no queda nada que temer tampoco. El Fuego del Amor quita toda duda y todo miedo a lo que te parece desconocido y sin embargo es conocido tuyo de toda eternidad. No, no hay nada que temer. Solamente corresponde decir que sí. Sí al Amor, sí a la Vida. Y tu corazón no sabe decir que no. Solamente sabe decir que sí.
Entonces me dirijo a ti en este instante en que me oyes, en que me lees. Deja que el Amor resuelva todo miedo, deja el Fuego poner fin a lo efímero. No hay mejor forma de preservar tu llama ante las dudas de este mundo. El Fuego pone fin a las dudas. El Fuego pone fin al miedo.
Te hablo desde tu corazón. Te hablo en la intimidad de tu corazón. No hablo sino de ti.
… Silencio…
Y ahí sé que me oyes, sé que comprendes mis palabras, mis silencios y mi Verbo pues no son sino tú. Y esto te es conocido de toda eternidad. Y esto te pertenece desde siempre y para siempre.
Permite que nutra tu Fuego con mi Fuego que es el mismo Fuego. Entonces comulguemos juntos en este instante.
Entonces vivamos esto pues estamos más allá de todas las reglas de todo juego. Somos el Amor y somos la Verdad y entonces nada puede ser disfrazado.
… Silencio….
Déjame amarte, permítetelo. Tú que has renacido en la Luz-Cristo, en la Luz Una, te bendigo. Cada una de mis palabras y cada uno de mis silencios son la bendición del Verbo y del Amor.
No hay otra cosa que ver que no sea la intensidad del instante.
Entonces te digo « sí » a tu Amor, como tú dices « sí » al Amor que eres.
… Silencio…
Y llevo a tu corazón el Fuego de Vida. Y llevo a tu corazón la indecible Verdad. Y llevo a tu corazón la llama de tu eternidad.
Oye y recibe el Verbo de Fuego, el Agua de Vida, el Éter de Vida. Ahí está tu Reino. Ahí está tu Realeza, aquélla del Cristo resucitado.
… Silencio…
En este instante las palabras dejan de ser necesarias pues hablamos de corazón a corazón, de un corazón a otro. Hablamos el idioma del Amor. Cantamos el Gozo. Cantamos la Verdad.
… Silencio…
Oye lo que dice tu corazón, en tu silencio interno. Oye el inefable canto de la Libertad. Oye el himno al Amor que resuena en toda dimensión y en todo mundo. Oye la belleza que emana de ti. Oye el canto de alegría de aquél que resucita. Oye lo que eres.
Así es el canto del Amor que canta el Coro de los Ángeles en cada nota metatrónica, en cada creación, en cada experiencia.
… Silencio…
Tu corazón conoce y reconoce todos los corazones. No hay diferencia, no hay distancia pues cada corazón es único y sin embargo idéntico. Eres más allá de las apariencias, más allá de lo que puede medirse, de lo que puede definirse, de lo que puede explicarse. El Amor se basta a sí mismo, no requiere demostraciones, no requiere palabras, no requiere justificaciones. Entonces oye y acoge nuevamente.
En nombre tuyo, en nombre mío y, sobre todo, en nombre del Amor, la Verdad queda establecida.
… Silencio…
¿Qué puede decir todavía tu conciencia limitada que se apaga frente a lo que es tan vasto, tan grande y tan bello? Nada podrás reprimir ni ocultar en el Amor incondicionado. Aquel Amor no pide sino parecer, no pide sino ser, en cada instante de tu vida, en cada despertar como en cada dormida, en cada mirada, sin diferencia de persona, sin diferencia de intensidad, sin juicio y sin prejuicio.
Ve eso con el corazón.
Entonces ahora te bendigo nuevamente y deja que opere el Fuego del Amor, el Fuego Ígneo, en el silencio de mis palabras y de tus palabras. Comulguemos nuevamente en la Gracia del Único. Comulguemos nuevamente en lo desmedido. Comulguemos juntos en la Libertad. Comulguemos juntos en la unidad del Amor.
… Silencio…
Bendigo tu Presencia y acojo tu bendición. No hay más distancia, no hay más plazo. Y doy gracias a tu resurrección y a tu libertad.
… Silencio…
Me inclino en ti.
… Silencio…
En nombre del Cristo y en tu nombre de Eternidad te doy gracias y agradezco tu atención y tu presencia, tu belleza de corazón y la verdad de tu sonrisa. Bendito seas. Una lluvia de gracias te cubre ahora. Te amo y dejo de hablar y de marcar silencios. Vuelvo a colocarme en ti. Siempre estoy ahi, siempre he estado ahí y siempre estaré.
Te dejo ahora. Abre los ojos cuando quieras en este mundo en que estás colocado pero tu mirada no podrá ser la misma pues es el corazón el que mira este mundo y ya no tu persona. Te doy gracias y te saludo.
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