miércoles, 25 de noviembre de 2015

SOLO HAY UN MAESTRO Por Peter DEUNOV

 

¡Sólo hay un único Maestro! Es Único, el Maestro que tiene el verdadero saber. Él se manifiesta de muchas maneras en la vida, pero en esencia es Uno. Si el hombre logra encontrar por unos momentos Su manifestación, él mismo se encuentra también al mismo tiempo, él mismo. Porque tal es la ley: encontrando al Único Maestro, encontrando a Dios, te encuentras también a ti-mismo. Viendo a Dios, te ves también a ti mismo. Y ver a Dios, es verse a sí mismo, es el momento más sagrado en toda la vida del hombre. Es precisamente con miras a este sublime momento que el hombre vive. Sólo Dios puede ser el Único Maestro en el mundo. Y cuando Cristo dijo a sus discípulos: «Vuestro Padre es Uno», da a entender al Grande, al Único Maestro. El Único Maestro, es el Padre. Dios se transforma en padre y nos da a propósito unas particulares relaciones según la ley de la Sabiduría. Por la palabra Maestro, en el sentido universal de la palabra, nosotros escuchamos pues la Augusta Sabiduría Divina que da al mundo el verdadero saber, que introduce en la vida todas las nuevas ideas, todas las nuevas formas, todos los nuevos sentimientos y todos los nuevos impulsos. 

Hay pues en el mundo sólo Un Gran Maestro, aunque sus manifestaciones son infinitas. Como dije y lo repito: Sólo hay un Saber, sólo hay una única luz. Pero el Saber no viene de un único lugar, y la luz no entra por una única ventana. Son innumerables los caminos del Saber y las ventanas de la luz. Aquel que está encargado de la misión de anunciar la Verdad a los hombres, no habla en su propio nombre. Habla en nombre del Único Maestro. Es por eso que Cristo dijo: «No vine al mundo para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió». Todo verdadero Maestro, todo Ungido del Señor es enviado sobre la tierra con una misión especial. Las leyes humanas, que sólo son a decir verdad los reflejos de las leyes del mundo espiritual, exigen una cierta preparación de los maestros ordinarios que quieren entrar en función. 

Lo mismo ocurre en el mundo espiritual. Sólo un Ungido del Espíritu de Dios puede ser Maestro. Aquel a quien el Espíritu de Dios no se reveló, no tiene el derecho de enseñar, porque transgrediría la ley Divina. No creáis que los Maestros no han aprendido. Ellos debieron de pasar por las escuelas de los tres mundos – físico, espiritual y divino, y tuvieron la revelación del Cosmos entero. Ellos conocen las leyes secretas de la Naturaleza. Conocen la estructura del mundo, conocen la estructura del hombre, el camino de su desarrollo y su sublime predestinación. 

Conocen estas relaciones estrictamente determinados entre su espíritu y su alma, entre su intelecto y su corazón. También son los únicos en poder realmente guiarles en el camino de vuestro desarrollo.

Reconocer a un Maestro es un proceso puramente espiritual. El Maestro no puede aparecer en el mundo físico como un acto acabado, ni entrar en la vida como un fenómeno exterior; sino que viene en el hombre como una manifestación interior e inteligente. Es pues desde dentro, en el alma del discípulo, que se hace este reconocimiento. Mucha gente recibe ideas por sugestión y se imaginan que es su Maestro quien les habla desde dentro. Hay sin embargo una enorme diferencia entre el hablar interior del Maestro y la sugestión. La sugestión es un acto violento. El hablar del Maestro es un acto libre, y es por eso que el discípulo se siente inspirado cuando el Maestro habla en él. Sin embargo cuando el Maestro habla desde fuera, con palabras de algún idioma, su hablar tiene también cualidades perfectamente determinadas. El Maestro pone cada palabra en su lugar. Él sabe para qué empleó tal palabra y que efecto producirán sus vibraciones. Retengan esto: La idea de Maestro esta estrictamente determinada en la Naturaleza Viva. Es en aquel que no hay ninguna violencia que es Maestro. Es fuerte pero nunca usa la violencia. Es aquel en el que no hay ninguna mentira, que es Maestro. Su gran razón excluye toda mentira. Es aquel en el que no hay ninguna maldad, y que es Maestro. Su bondad excluye toda maldad. El hombre en el que aún hay violencia, mentira, maldad, no es maestro, es discípulo. Es la definición más simple y accesible del maestro y del discípulo. La presencia del Maestro se reconoce por el hecho que él da Vida, Luz y Libertad. Porque es el que actúa según la ley del Amor, de la Sabiduría y de la Verdad y que sólo es Maestro. Aquel que no considera aún plenamente estas leyes es discípulo. Cuando el Amor del Maestro ha sido encontrado, ya nada más puede ser encontrado. Cuando el Saber del Maestro ha sido encontrado, ya nada más se necesita encontrar.

Cuando la Pureza del Maestro ha sido encontrada, ya no hay más falta de encontrarla. El Maestro, en el verdadero sentido de la palabra, es el Hombre perfecto. En él no existe incluso una sombra de vacilación, de duda o de incredulidad. Hay sólo un Maestro que pueda con razón ser llamado grande y poderoso porque su vida se refleja en todo el cosmos. Y desde el momento que la vida y el pensamiento de un hombre echan sus reflejos por todo el cosmos, es que son divinos. La cualidad del Maestro da a entender una actividad que viene del Sí-Conciencia superior. Hace falta que un proceso puramente espiritual se cumpla entre el maestro y el discípulo. Es también indispensable que ellos tengan plena conciencia de la tarea que deben cumplir. Hace falta que exista entre el maestro y el discípulo un intercambio tan completo como el que existe entre la madre y el niño que ella lleva en su seno. Y como el espíritu humano trabaja en el seno de la madre a fin de edificar el cuerpo del niño, y como se instruye en este proceso donde participa al trabajo cumplido por el espíritu de la madre, así es como el Maestro y el discípulo deben trabajar simultáneamente con el Espíritu Divino a fin de edificar el cuerpo espiritual del discípulo, su morada Eterna. Y he aquí el por qué, cuando se dice de alguien que es Maestro, esto equivale a decir que engendra espiritualmente. Es en este sentido que es dicho en la Escritura que los hombres engendraron los hombres. El hombre debe engendrar, es decir ser un buen Maestro. Y lo que debe hacer en primer lugar un Maestro espiritual, es descubrir a su discípulo, el mundo espiritual, este mundo que era invisible para él hasta entonces, como la madre que después de haber llevado a su niño nueve meses en su seno, le descubre un mundo nuevo para él. Por consiguiente pues que la tarea del Maestro espiritual es excesivamente delicada y pesada de responsabilidad. He aquí por qué el Cristo, dirigiéndose a sus discípulos, les dijo: «No se hagan en absoluto llamar maestros». Si alguien asume de su propio jefe las funciones de Maestro y lisia así unas almas, tendrá que responder por ello delante de la Ley Suprema. La Ley Suprema es dulce pero es justa. 

Todos estos presuntos maestros son puestos en prisión y es sólo después de haber purgado su condena – lo que pide miles de años – que tomarán el verdadero camino de su desarrollo. Ella es dulce, la ley Suprema, pero ella es justa también. ¿Hay que recordarles el caso de Moisés? Moisés había estudiado en Egipto entre los mejores maestros. Había estudiado mucho tiempo y debió pasar por toda una escuela. Y en efecto, los milagros que hizo delante del Faraón prueban que tenía ciertos conocimientos. Pero a causa de un procedimiento altamente reprensible – el homicidio de Egipcio – cosa absolutamente prohibida a los discípulos de la Fraternidad Blanca, debió quedar cuarenta años en la soledad del desierto a fin de expiar su pecado. Para un homicidio debió aprender y expiar durante cuarenta años. Es solamente después de eso que pudo recibir una nueva iniciación. Hablándoles de la gran responsabilidad del iniciado que cometió una falta, quiero atraer vuestra atención sobre la enorme responsabilidad que asumen estos maestros no autorizados que lisian las almas humanas. Es por esta razón que el Cristo previene a sus discípulos con tanta insistencia diciéndoles: «No se hagan llamar: ¡Maestros!» ¿Me preguntareis ahora cómo podemos reconocer los verdaderos maestros de los falsos, cómo podemos distinguir los maestros de la Fraternidad Blanca de los de la Fraternidad Negra? El maestro de la Fraternidad Negra no conoce la Verdad, lo que hace que presta mucha atención al lado exterior de las cosas. Lleva la ropa más bella, los ornamentos, las joyas más preciosas – sortijas realzadas de brillantes. Les dice a sus discípulos: «Únicamente me escuchareis a mí; es únicamente conmigo que encontrareis la verdad». El Maestro de la Fraternidad Blanca se viste modestamente, pero siempre limpio y convenientemente. No lleva ni joyas ni ornamentos. ¡A sus discípulos les dice: «No esperen grandes cosas de mí!» Para que su discípulo no sea inducido en error, él quiere hacerle descubrir, por él mismo, la riqueza y la pureza interiores de su Maestro, a descubrir no el brillo exterior, sino su esplendor interior. Y además, el Maestro de la Fraternidad Blanca no restringe para nada la libertad de sus discípulos, sino que los deja totalmente Libres. 

El Maestro de la Fraternidad Blanca aporta al mundo tres cosas: la Libertad para el alma, la Luz para la inteligencia y la pureza para el Corazón. El falso maestro aporta: para el alma la esclavitud, para la inteligencia las tinieblas y para el Corazón el vicio. No obstante, para que tengan una idea completa de los Maestros, les diré que hay aún otra categoría – Los Grandes Maestros de la Augusta Fraternidad Universal que conocen los métodos de unos y otros y ajustan su actividad. Ellos dirigen todo el Cosmos, y después del final de cada evolución, ellos crean nuevas olas evolutivas. La llegada de un Maestro es un acto altamente razonable de toda la Naturaleza Viva. Para que un Gran Maestro pueda manifestarse, hace falta que todas las almas de altas razones se reúnan en el mismo lugar. Hace falta, al mismo tiempo, que las condiciones que exige su llegada sean también preparadas sobre la Tierra. Para que veáis únicamente pasando el camino por el cual estas condiciones son dadas, diría yo: Hace falta que dos personas geniales nazcan para que nazca un santo en el sentido que la Naturaleza Viva atribuye a estas palabras. Y para que un Gran Maestro aparezca, diez santos deben nacer. Se vuelve claro entonces por qué la vida del Cosmos entero se refleja en el Gran Maestro, que es una unidad colectiva, y por qué su propia vida, de su lado, pone su reflejo en todo el cosmos.

El Maestro tira sus conocimientos y sus principios del gran libro de la Naturaleza donde la menor piedra, donde cada pequeña rama o flor, cada planta, cada animal, cada ser humano, donde cada forma viva en una palabra es una página escrita. Cuando él Maestro toma una hoja de algún árbol y la examina, ella le dice donde, cuando y en que condiciones esta especie vegetal se desarrolló, cómo los hombres eran entonces y en que estado se encontraba el sistema Solar. Él ve allí los acontecimientos de la vida actual a los cuales esta hoja asistió. Porque debéis de saber que todo lo que ocurre deja sus rastros, su sello sobre esta hoja. Las hojas de un árbol son la crónica fiel de todo lo que ocurrió en sus alrededores. Ellas le hacen el cuento exacto de los pensamientos, de los deseos y acciones de la gente que han pasado por ahí. En la naturaleza nada es mudo para el Maestro – cada cosa le habla en en el idioma que le es propio. Hace dos mil años, un hombre rico le hizo esta pregunta al Cristo: “ ¿Buen Maestro, que debo hacer para obtener la vida Eterna? ” «¡Buen Maestro!» En la lengua búlgara, y en todas las demás lenguas, no existen palabras más ricas, en el sentido, de palabras melodiosas y con más armonía que estas dos palabras. Pero para comprender el sentido profundo, hace falta que el discípulo ya haya hecho sus pruebas. La palabra Maestro en búlgaro es sostenida bajo todas las formas, desde el punto de vista matemático, cabalística y musical. «¡Buen Maestro!» Estas mismas palabras encierran todos los beneficios de Dios. Llevan en ellas las condiciones necesarias a la realización del Amor Divino, de la Sabiduría y de la Verdad. Ellas dan las condiciones que nos pueden hacer realizar todas las virtudes. Estas palabras son la llave con la cual se abren las puertas cerradas desde siglos. Son la fórmula mágica de la que se puede sentir y verificar la fuerza. ¡Pero a condición de tener Fe! Hace dos mil años, cuando el hombre rico le hizo al Buen Maestro la pregunta: «¿Buen Maestro, que debo hacer para obtener la vida Eterna?». Pero la respuesta que recibió le hizo irse cabeza abajo. 

Levanten todos la cabeza ahora, vuélvanse hacia el Buen Maestro y digan: ¡Buen Maestro, quiero cumplir Tu ley! Es únicamente así como se harán discípulos del Buen Maestro y de los servidores del Dios Vivo.
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DIVIN sur TERRE

1 comentario:

  1. una GRAN ENSEÑANZA, que todos tenemos que asimilarla y llevarla a la practica diaria-

    gracias

    alberto

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